Chéqlla
Sos como la parra y la enredadera,
creciendo sobre la moldura que te están dando,
verde, verde y maciza,
pura, en la mismísima mierda.
O flor de loto.
Es tan difícil como determinar el color del sol,
o de sus ojos, o la forma en la que te sueña
o piensa en otra, o en vos (en mi),
o cómo percibe tus defectos,
tus milagros y tu llanura.
Es muy difícil.
En mi pobreza de alma y en el dolor de mis ideas,
esperame.
Illari
Tengo el color de las ruinas,
el beso del viento,
lo que encierra la tierra en tus adentros,
tengo el regocijar del tiempo,
la tela arrugada, la sonrisa a media asta.
Tengo las raíces de lana,
el vidrio atravesado,
el calor del invierno,
ese que siempre improvisamos.
Tengo la sombra imperfecta,
el trazo grueso,
el sabor de las heridas
metido hasta los huesos.
Tengo el color de la ciruela,
el deambular de los enfermos,
los autos, los edificios, el mate y el termo.
Mirá, sobra espacio en esta cama.
Chúseqyan
El dolor,
la belleza,
las emociones / los sentidos,
la fe.
La soledad.
te / nos / me / ahoga.
Nos cansamos, nos pudrimos,
un jardín gigante y prolifero,
pero que se autodestruye
pues empieza a buscar en su caos
la perfección.
Tengo los trozos que laten entre vida,
la vida de hojas que hacen fondo blanco
entre un lienzo gastado,
un poco de rastro de otoño y vejez,
/el mundo cuesta/.
Manchari
El paraíso está en eso pequeño
que encontramos latiendo entre los yuyos,
lo que damos por eterno e insignificante.
Míralos, tienen más color que esa taza de café,
esa que tomas para sobrevivir
cada mañana.
Jaúka
Vestida del revés,
nace con el sabor tostado de esta piel,
las páginas se tiñen de té,
de los vestigios de un amor que se ha anclado.
Donde las sombras dejan ver las huellas
¿No somos terrazas al sol?
Tejemos las normas de este sanar.
y así es que llueve para hacernos reír.
En la memoria que recoge,
del frasco de mermelada,
las cientos de madrugadas que quedan
por desvestir.
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