En algún rincón oscuro de mi mente habita el recuerdo.

El hueco sonido de los pasos que me llevaban hasta tu cuarto. El olor extraño golpeando mi cara, olor dulzón, indescriptible, a comida mezclada con remedios.

Las miradas ajenas de los otros que -como yo- penaban en el sitio, sin respuestas, sin aliento, sin esperanza.

El ruido lejano. Las paredes sucias, desnudas, burlonas. La planta que moría frente a mis ojos.

La racionalidad estúpida que me decía a gritos que todo iba a salir bien, y la certeza callada murmurando que todo estaba mal.

Y a la salida, la puerta giratoria que mareaba. Metáfora de lo cíclico del momento.

A la salida, el mar inmenso, mudo testigo de mi angustia

En algún rincón oscuro de mi mente está el recuerdo, agazapado como un animal y a veces me asalta. Y no importa cuánto sacuda la cabeza, se me pega a la piel como un día húmedo y caluroso de verano.

Se cuelga de mi alma y arrastra sus filosas uñas lastimando una y otra vez hasta que sangra. Y entonces como en una película las imágenes se suceden muy rápido, armando una y otra vez la escena.

Tu cuerpo inerte sufriendo, la soledad del cuarto, la frialdad de quienes se suponía te curaban.

Nuestros pedidos de que te cambien, te curen, te ayuden; desesperación y resignación, una rara mezcla en dosis diarias.

Los ojos azules más duros del mundo y su voz ausente diciendo- lo siento ya no está a mi cargo, busquen otro médico.

Tu mano tendida hacia mí, tu último “te quiero mucho”, mi beso en tu frente.

Después el llamado telefónico, el camino a toda velocidad hacia ese extraño lugar, el llanto atronador, el desconsuelo y la frialdad de la muerte colándose por las rendijas de mi corazón.

Estuve despreocupada todo el día, ni siquiera lo sospeché. Te fuiste como un fugitivo, rápido apurado, para evitarnos el dolor de verte partir, así de grande era tu amor.

Luego el cuarto vacío, y la sensación de que me mirabas desde el mar, libre por fin de todo dolor, libre hasta sabe cuándo.

Y ya sé, porque lo siento en el alma, que estas bien, cuidando de nosotros como lo hiciste siempre…

Sólo que a veces desde algún lugar oscuro de mi mente aparece el doloroso recuerdo de tu partida, insolente, pegajoso… como un caluroso día de verano.

Viviana

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