¿Quién pudo poner sobre tus hombros mi alegría?

¿Con el apoyo de quién has tropezado?

Ha sido tu rol de macho eterno,

tu pálida actuación de hombre bueno,

tu escueta integridad,

no sé, pero da igual.

Los días no se parecen a aquellos.

La matríz que duerme no despierta.

Los ojos del dolor siguen activos.

La noche sigue siendo negra, para mal

de mi descanso.

Y vienes a presentarte de nuevo ante mi pecho.

Como si nunca me hubieras tocado.

Como si entrando así a mi casa

corriera yo a abrazarte y a besarte como loca.

¿ De qué estuviera hecha mi memoria ,

si no fuera por la única vida que tendré, olvidando?

¿ De qué estuviera hecha mi cordura,

si volviera a emancipar al sufrimiento?.

Camino, sí ,porque eso es libre.

A veces se abren mis labios dando lugar a la risa.

Pero muy atrás, en mis riñones, está la soledad y está el martirio.

Reposa la matríz dolida.

Espera una semilla justa y peregrina.

Qué le dé hijos al viento, a la lluvia

y al mar y a la arena que se mete en los ojos cuando corro.

Suspira una canción que nunca supe,

aunque la radio la toque y la repita a toda hora.

Podrías superarte a ti mismo si quisieras.

No creo en la maldad reconvertida.

Yo creo en la pasión del alma.

También en la de los cuerpos vivos.

A quién mataste con tus puños fuertes no fue a mí.

Fue a la razón de ser de la esperanza.

No odio aquellos duros días de vileza

No puedo.

Sería compartir los mismos sentimientos de terror

con los que me amenazaste si me iba.

Estoy floreciendo poco a poco.

Despacio.

Como florecen los nardos más preciados.

Como cambia de dirección el aire .

Como vomita el pobre su pobreza.

Miro hacia atrás con desaliento pero no me tengo lástima.

¿ Para qué?

Si soy fuerte como un rayo láser.

Como vela de un bote a la deriva.

Como caparazón de tortuga y piedra dura.

¿ A qué viniste?

¿ A ver si tu obra estaba lista?

Pero te he fallado.

No encontrarás nada tuyo en mí.

Ni una señal , ni una coraza.

Si miras un poquito más allá verás

una persona que volverá a tener raíces grandes y profundas.

Qué dará hijos a la tierra arada,

qué llorará tan sólo de contenta,

qué te verá a los ojos y sentirá pena.

Seré un canto a la mañana fría,

un mantel tendido en un mesa de dulces y delicias.

Seré verano o primavera de quién lo merezca.

Seré por mí y para mí, tibieza.

Moveré las piedras del camino largo

para llegar a la riviera o a la cumbre nublada de algún monte.

Zurciré los calcetines de las niñas viejas.

Ya ves, no fue tu desamor ni fue la fuerza,

no fue el brazo sobre el brazo débil,

ni la boca mordiendo las verdades concretas.

Fueron los grandes pasos de la raza que emergía desde adentro.

Aquellos alaridos mensajeros de dolor profundo,

de cientos de palomas heridas y perdidas en el mar abierto.

Fueron otros caballos y otros príncipes torpes de la historia

los que a nadie despertaron con un beso.

Aprendieron a dividir su reino.

De un lado la virtud y del otro el placer de nuevo.

Mejor intentar amar a un perro muerto

que tratar de cambiar el hedor de esos secretos.

Aquí todos los veranos son eternos.

La tierra que destroza nuestros dedos tiernos,

que finge dar fruto es solo espino ciego.

Así que vayamos por la calle

mentándole la madre al celo.

¡ Hipócrita señor de medio pelo,

recoge tus bártulos hediondos y groseros!

y finge que lo has hecho sin querer, menudo cuento.

MENUDO CUENTO

No hay problema.

No hay ningún problema .

Si quiero puedo hablar, oir, mirar, seguir, callar,

que no hay problema.

No hay venganza.

Si puedo y quiero andar, salir, hasta morir pudiera,

que no hay ninguna amenaza afuera.

No hay dilema.

No hay contrariedad siquiera.

Se puede renunciar, cobrar, lo que una quiera.

No hay posibilidad siquiera.

Ya nadie herirá, ofenderá siquiera.

Ya nadie tiene un diario donde llorar las penas.

Las tumbas hoy vacías que antes eran llenas,

de huesos de chiquillas huérfanas,

están abarrotadas de canciones nuevas.

Las flores desgastadas de las blusas viejas,

se pintan de colores primorosos y de estrellas.

Es que no hay problemas.

No queda ni una sola daga que quitar,

ninguna piel enferma.

Ningún talón abierto por correr la senda.

Las trenzas renegridas están tiesas.

Y las muchachas flacas y las gordas,

bailan y se retuercen con la falda abierta.

Huele a cándidas flores la tímida espera.

Libres al fin, no en la tierra.

FLORIDAS VENAS.

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