Es la usanza, una de ricos. Por eso ella le pidió a su amante y proveedor, que contratara a un fotógrafo. «A uno de esos que van a las casas, que montan todo muy bonito, que te entregan la foto enmarcada en pesados cuadros lujosos» -dijo.

El día de esa fotografía, desde temprano, mi madre estaba muy ansiosa y agresiva. A mis hermanos varones y a mí, nos amenazaba para estar listos a tiempo. Recuerdo a mi hermana llorando porque mamá le cepillaba el cabello con brusquedad. Los niños aseamos la casa, lustramos los muebles, brillamos los vidrios. Todo para ese momento.

Muchos años después, durante una sobremesa, estando yo presente, mi madre dijo a mi entonces novia que nunca quiso tener hijos, que se casó con mi padre para salir de la casa paterna, que siempre había querido una vida diferente y sin obligaciones.

Así que esa fotografía, el maquillaje de mi madre, su sonrisa, nuestras ropas, las poses, y la montada familia que muestra a mamá como el centro de todo, siempre serán un ornato.

Hay historias así.

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