Tu Amén es obscuro

Tu Amén es obscuro

Tu amén es obscuro

…a una amiga.

Tu amen es obscuro

Como el vuelo pretencioso de siete cuervos de ombligo desierto

Como el golpe de la piedra en la puerta que habita la paz

Tu amen es obscuro

Disuelto en risa

En la bruma de la brisa latente de centro

Que emite lo brusco de lo austero

Pero que limita al canto del oro

Y no te imploro

Porque te devoro como el carcoma del Ángel

Que es el antes

El antes del llano de la piedra

Del manto de la niebla que me augura el devenir del callejón de las miradas perdidas en sí mismas

Y aquí hay Amor de Ángel y Demonio

Y ese es el Amor eterno

Porque te Amo como a mí mismo

Pese a que me miras de reojo, oh virgen del orgasmo

Del claustro de lo mío

Del viento del trio de lo efímero

Del trapo de la hierba

Madre de la merma blanca y negra

Pierna de carne y encono

Madre que te Amo

Casta del ala negra,

Carne de ninfa olvidada,

Ojo del eco de tu ego: manto que te envuelve de día y que se disuelve en tus noches

Madre que te Amo

Tus pies: planetas rojizos, cobrizos de calor que palpan el canto luminoso y lo arrojan con el impulso de tus ojos a las risas del pecado

¿Pecado? Carente de significado

Madre que te Amo

El manto de tus piernas es carne, carne que demuestra el albor de la luz, basada en el desliz tenue de la sombra

Tu sexo: gemido inefable, llanto de sonidos, crimen del fruto, puente entre mi corazón de agua y el fuego del infierno de piedra, mano de cristal que le da el dulzor pétreo a mi falo de hierbas y madera, brisa, brisa que absorbe mi esencia

Tus ojos: hay más bondad en ellos que en tu propio espejo, más decisión en ellos que en la lanza del minotauro desnudo, más certeza que en la mano de la botella del mar, y hay tristeza, tristeza asumida en la raíz de tu liberación

Hay un zumbido a lo lejos en el centro de mi ojo

Mancha que conmina a las alas a elevar tus pies de niña desnuda frente al jardín que la viste de rojo silencioso

Mi mano es acorde intenso en tu carne, en tu carne

Hay más de bondad en ti que maledicencias

Y esas maledicencias son sólo el peso de la balanza

Pero no hay lugar para admitirlo

Sigues tu personaje con ligereza

O bien no te reconozco

O bien no encuentro la llave

O bien mi lápiz es hosco en tu imagen

O bien ya llegaste, dormiste y te viniste y me encontraste

Sentado en la piedra que me vio nacer

Y me sentiste

Y me reconociste

Y me diste el último secreto

Ese que te vistió por años y que ahora me lo regalas

Porque tienes herencia en almas, pero estás sola como la madre que reclama su libertad al cosmos y te diriges como una lanza al mundo

Pero es un personaje sin ropajes, sin embargo, has sabido controlarlo, sin atarlo a la convención

Pero en el fondo, amiga de comienzo, en el fondo eres una dulce canción por tal razón tu escudo es majadero y testarudo, y la raíz de ese metal está en tu corazón herido por el grito del tiempo, por la llaga de la muerte

Pero puedo saberte luz, cuando se cae tu ropaje, cuando no te das cuenta te quedas desnuda y eres espíritu puro y Amor infinito

Lo sé, lo he visto y te lo cuento en este poema, en esta canción para tu sangre, en esta tela de agua para tu cuerpo, en este perfume de silencio para tus ojos, en este recibo celestial para tu risa, en este prisma dorado para tus pies, en este milagro de madera para tu vientre, en estas alas de hojas para tus llantos y encantos sagrados, en esta mirada de amor, para ti, madre que te amo

Y te veo, en llano del Amor, un día sentada cubierta por la sombra del árbol blanco, con la piel hecha risa, las manos atadas a la raíz del cosmos y los pies hechos agua, con tu mirada en el otro, con tu abrazo de hoja, en otro plano, y tus cadenas ya a lo lejos llorando por no poder cubrirte de miedo y dolor, porque ese día habrá calor en tu corazón, y ya no podrás más contigo misma y tu ensimismamiento de ser sólo en ti, y allí el Dios podrá parir a una hija nacida de espíritu y agua otra vez como tercera vez, y no habrá más presión de tu ego, porque tu anhelo siempre fue el mismo: Amar como a ti mismo, pero había un abismo entre tu alma y tu espíritu, herido por el paso de la muerte, que te dejó sin raíces, sin el abrigo de las dos raíces, y te encorvaste en el rincón y desde allí extendías tu alma herida por el rededor de la existencia, sin prudencia, sin el ánimo de dar al otro lo que en ti conservabas. Pero tienes brisa en el futuro presente, y un canto que poco a poco comienzas a escuchar y a rebosar en tu pecho que con ese canto se sana, se cierra, para caer desnuda en el vacío de la totalidad de tu esencia…

Madre que te amo,

Tu amén es obscuro porque esconde tu propia luz

Que sin saberlo la expandes por debajo de tus huellas,

Doncella de la niebla, muralla de ti misma, espalda de la Madre, marea del Padre

Hay en ti unos ojos que no aparecen en tu espejo,

Pero yo si veo ese reflejo,

Que es pura luz de Amor,

Es puro canto del tambor que zumba en tus manos,

Pero debes soltar,

Dejar de temblar,

Y hallar en el centro de tu vida el clima de tu espíritu

Eres la que eres y la que serás,

Madre que te amo…

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