La hora acordada ha llegado,
con el Otoño como invitado.
Un chico se sienta esperando a su amada,
siendo acariciado por una ligera brisa helada.
Una silueta se divisa en la inmensa arboleda,
a lo que al chico una sonrisa esbozada se le queda.
La sombra era una joven y bella dama,
que al chico un beso y un abrazo le reclama.
Y en verdad lo recibió,
con lo que los labios del chico con los de la chica se fundió.
Cuan bella era esa mujer,
de piel de marfil con pecas de canela,
con melena de oro y un corazón que todo amor anhela.
Abrazados en su amor,
dejando llevar sus males al viento.
Que la brisa les acompañe
con el rojo de las hojas siendo rozadas por su aliento.
Sus corazones eran uno
entre el bosque anaranjado,
eran fieras del amor las llamas
que surgían en aquel parque colorado.
Cuando más se regocijaban,
más unidos se sentían.
Y cuando los más unidos se amaban,
más amor entre ellos se regía.
Y siendo rozados por la brisa otoñal,
su amor, fue marcado de por vida,
por aquel otoño inmortal.
FIN
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