A ELBA

Siento un preludio de muerte en la garganta.

Se me raja el aliento, tengo el alma colgada de una ceiba, el cuerpo a rastras…

Debo llorar de amor con Nicaragua.

Ser uno más, dormir en la quebrada, cantar tu himno, disparar un arma cargada de palabras de paz…

Debo llorar de amor por Nicaragua.

Creo que volveré, solo, mañana, si aún tengo vida, y al alba beberé en tu cama la miel de tus montañas…

Definitivamente, Elba, contigo, quiero llorar de amor en Nicaragua

A CARMEN

Quizá tú prefieras el silencio exacto del horario rítmico, pausado, de tu clase de párvulos…

Quizá, niña, esperes en un momento el acto violento de mi presencia, ávido de tus manos, de tu frente, de tus labios…

Quizá, Carmen, desees lo profundo del verano, pozo oscuro, lánguido camino, coito inacabado, lento letargo…

Quizá sientas la lluvia una tarde, mujer, y me recuerdes, plácido, esperando en tu sofá sentado…

Quizá venga pronto el otoño amargo, cementerio de hojas secas de mi bosque sin tí muerto, pobre, yermo, árido, talado…

Quizá mi luz, eterna pasajera de rayo alado, te preñe de recuerdos (¡te añoro tanto, tanto!) sin esperar a marzo…

Y quizá pronto, roto el verso, en un rapto, te proponga: «¡vamos, huye conmigo, rápido…, volemos, volemos juntos…, volemos alto, muy alto…, perdámonos, luego, en silencio, en un desierto, perdámonos en un lago de leyenda, en un océano helado…, o en una noche de sueño, largo, largo, amor, muy largo…!»


DIVORCIO

Su última lección fue buena, señora maestra.

La culpa es mía si no entiendo la historia que me cuenta, cómo todo se transforma, un día, en fría ruína, en pura arqueología…

No entiendo la fácil sustracción (¡misterios de la vida!), no asimilo su ecuación de interés compuesto, la clara plusvalía, la par adquisición de libertad y vivienda, su extraña economía…

Mas no sufra, señora maestra, si nunca aprendo. No es culpa suya, yo soy así, es cosa mía.


VIVIENDA

Mi casa es cemento,

acera vacía, viento.

Mi casa es frío,

campo abierto.

Mi casa…

¡Qué puedo decirte

si apenas llego

con aliento al séptimo!

Mi casa es «de momento»,

«tal vez», «pudiera serlo»…

Mi casa existe, al tiempo,

entre nubes y el desierto,

entre noches y mis sueños.

Mi casa son días largos,

terriblemente ciertos.

¡A LA HUELGA!

Dame un poco de tu voz, camarada.

Ayúdame a subir la colina, hombro con hombro, cara al viento, a la lluvia, a la mañana.

Préstame un momento el hambre de tu gente, tu sudor, el dolor de tu carne. Sé consecuente.

Yo te daré mi tiempo, el pulso de mi cuerpo, la sangre de mi frente, solidaridad…

Compañero, te ofrezco mi presente: con mi protesta te adelanto un poco de mi muerte.

¡Adelante, vamos, amigo, únete, grita conmigo, exige lo que nos pertenece!


ADECUACIÓN

Al volver del largo viaje he hallado las cosas en su sitio: la luz del sol, un viejo traje, mi mujer respirando con alivio… viviendo, desde luego, lejos, en otro paraje.

A RAMÓN SELLÉS

Allí lloramos,

unos por fuera,

todos por dentro.

Allí, serio,

(«¡qué guapo!» decía tu madre),

amigo mío, nos despedimos.

Y nuestras montañas, lejos…

Y nuestro río, sereno…

Y nuestras tardes tranquilas que ya nunca se repitieron…

Allí estabas, Ramón.

Aquí, ahora, yo,

casado, con hijos, ciego,

te echo de menos…

Ya no hay tapia que saltar.

Estamos todos de serio, canos, ceñudos, macilentos de vivir.

Tú, sin embargo, viajarás contento… ¿no?

¿Por dónde andas?

¡Qué lento pasa el tiempo!


A MI CUÑADO

Nos encontraremos luego en la otra parte del tiempo.

Tú y tantos otros, en el lugar sin invierno.

Hablaremos del amor sin iras, sin resentimiento.

Pasearemos lento por la esquina de la fábrica de papel,

por donde el gran puente de hierro y vértigo colgaba sobre el río, junto al huerto aquel

de mis juegos de pequeño…

Todos, felices, eternos, juntos, en un corro nuevo, como en los mejores cuentos nos hemos de encontrar y reir.

Amigo, padre, hermano, compañero aún en mi sentir, José Luis.

Eso espero.



DESACTIVANDO MINAS

Antes de que llegue el otoño.

Antes de que tu amor me mate, compañera, deja que me adelante, deja que salte, que te marque con señales amorosas el camino…

Amiga, deja que avance por la senda un poco por delante de tí, que limpie, antes de que pases, de hojas secas nuestro parque.

PARA ESTHER

Que no calle la voz, que el pequeño esquife que me lleva por las aguas de la vida no encalle…

Y si lo hace que sea en la arena de tu playa.

Si marcho, vaya donde vaya, he de procurarme un espejo de esos de hacer, a los que están lejos, señales de nostalgia: coge el catalejo, mira atrás…

Verás la espuma de canciones rizando el tiempo que te baña.

Habrás de aguzar la vista, aclarar la voz, tensar el alma…

Entonces cantarás al viento nuestra saga, a las sirenas, esas que nadan sin prisa y se bañan a la luz de la sonrisa vana de una luna roja nacida, con sudor, en negra madrugada…

Han de venir, de nuestros encuentros fluídos en pretéritas jornadas, jóvenes delfines, estrellas y un sinfín de doradas aletas de alevines juguetones de sonrisa clara…

Arrima tu cara a la almohada y duerme: siempre en mis historias amanece, vuelve el marino y la chica gana.


LIQUIDACIÓN

Oficio breve fue pasear tantas veces por esta misma vereda.

Labor, que no condena, supuso acatar con amor la hora lenta que se me dió y llenarla de presencias.

Oficio, labor…

¡Qué castigo ahora no poder esperar, pedirle a Dios con impaciencia que de una vez le parezca llamar, abrir la puerta y, amorosamente, cuadrar mi cuenta!


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