VERSOS DE AMORES MUERTOS

VERSOS DE AMORES MUERTOS

… Y si el destino es el final, ¿Por qué camino?

¿Por qué sueño con volar sabiendo que seré olvido,

lamento de eternidad perdido en el infinito?

… Y si el silencio ha de ser rúbrica de mi canción,

vencedor en la postrera batalla de mi última palabra,

implacable asesino de las notas que aún habrán

de surcar mi pentagrama… ¿Por qué canto?

… Y si la oscuridad vendrá para quedarse,

para adueñarse del tiempo y del espacio,

para cerrar las ventanas de mis ojos

y susurrarme un «adiós», un «hasta siempre» ignoto,

invencible, indescifrable…

¿Por qué busco? ¿Por qué hablo?

Decidme: si mis versos, al final, serán tan sólo esclavos

del cruel pergamino de mi ausencia, cuando la nada

conquiste mi efímera existencia…

Decidme: ¿por qué escribo?



MAR MUERTO

Se los llevó el mar;

y las profundidades escupieron mi vergüenza.

Se los llevó el mar;

y las olas lloraron hombres, niños…

Y mis costas se cubrieron de inocencia…

¡… Inocencia muerta!

Se los llevó el mar.

Y el mar no quería estar allí,

entre su cielo y mi tierra;

uniendo su luz a mi ceguera.

su ilusión a mi desidia,

su esperanza a mis quimeras.

Se los llevó el mar…

¡Y el mar no quiso existir!

Quiso llorar, y llorar,

para purgar mis pecados

hasta quedarse sin sal.

Se los llevó el mar…

Y el mar, sólo deseo morir.




VOLAR

Habrán de volar. Si.

¿Qué sentido tendría un nido eterno,

carente de inocencia,

huérfano de sueños?

Habrán de volar. Si.

De nada sirve regalar alas

si cuando anhelan su tiempo

les niegas el firmamento.

Habrán de volar. Si.

Más no importa; porque mis ojos,

y los de aquella que descifraron

el misterio, de par en par abiertos,

esperanzados, disfrutarán su vuelo…

Y sus alas, serán las estrellas

que dibujen nuestro cielo.

SÁBANAS ENSANGRENTADAS

No fue la aurora anuncio de luz,

de vida deseada.

El día quiso ausentarse…

¡Antes del amanecer!

La noche quiso quedarse;

ser oscuridad eterna. Si.

Pero, al menos, ser.

Tras la ventana, el silencio.

Sobre la cama, la pena…

El corazón roto…

El alma muerta…

Y un reproche que no cesa,

ahogado en lágrimas secas,

a un Creador que no crea.

Las piernas entrecruzadas,

heridas, yermas…

vencidas por la tragedia.

Y entre las piernas la almohada

surcando mares de muerte…

de sábanas ensangrentadas.

MADRE

Se durmió. Como se duerme agosto

esperando las hojas de septiembre.

Se durmió. Sin despedirse. Y el verano

fue noviembre… Diciembre;

enero interminable.

Se durmió. Como se duerme el infante

en los brazos de una madre: sereno;

escuchando los latidos incesantes…

Soñando en no despertarse.

¿Sabes? A veces quiero dormirme.

Y susurrarte al oido mis pesares.

Y pagarte tus desvelos… Y mis faltas.

Y arroparte con las alas de los ángeles.

Se durmió. Siempre Gloria.

A menudo pena.

Duerme madre… Y sueña.

Porque Dios ya tiene quien le cante.

AMOR ETERNO

Vino la muerte a buscarme… ¡Y yo no estaba!

Quiso hacerse el olvido dictador de mis recuerdos…

¡Y yo no estaba!

Deseó el silencio conquistar cada palabra,

cada canción, cada susurro…

Y mi voz era ausencia, aununcio

de la nada. Amaneció, y la aurora

siguió siendo noche, oscuridad invisible…

Surgió el sol… Y el oro fue azabache,

y el amanecer ocaso, y el atardecer

se negó a ser el principio del final

del primer día sin tu nombre.

Vino a buscarme la muerte…

¡Y yo no estaba!

Me reclamó la eternidad…

Y se contrajo en un instante…

Vino a buscarme la muerte…

¡Y yo no estaba!

Me asaltó el olvido, el silencio…

Y la muerte huyó, insensible, derrotada.

Vino la muerte a buscarme…

Y no… ¡Tu no estabas!

REQUIEM

Ya no existen enemigos que desafien tus murallas;

ni traidores soñando amores imposibles.

No te anhela ya la media luna…

Hasta la cristiandad se olvidó de tus plegarias.

Te has quedado sola. Huérfana de hijos…

¡Y de amantes! ¿Quién querría conquistar

el corazón de una Reína sin corona?

Tus aguas, antaño transparentes,

hoy tiñen de negro tus azudes…

Oscura espuma urgiendo a la batalla…

Pírrica victoria de aceñas restauradas.

Tus vástagos se alejan del silencio,

de la muerte que ta asalta.

Tan sólo se oyen los gemidos

de las bestias cinceladas

escondidas tras los muros fríos,

silenciosos, muertos.

Mis ojos lloran, sangran,

como sangran tus bandas encarnadas.

No ha de venir ningún rey

a vestir tu estandarte de esperanza.

¡Qué será de tí, mi Semuret, mi Azemur,

mi Bien Cercada!

¡Qué será de tí, mi bien amada,

cuando el tiempo ahogue mi palabra!

OLVIDO

Se olvidó la primavera de las flores;
el silencio de la música…
Se olvidó el río de su cauce…
Se olvidaron las nubes de la lluvia.
Se olvidó el tiempo de las horas…
Los minutos olvidaron los segundos…
Si. Se olvidó la historia del pasado, del presente, del futuro.
Se olvidó la tristeza de las lágrimas,
el llanto de la pena, la pena de la ausencia… ¡Hasta Dios se olvidó
De su existencia!
Si. Es verdad que la vida se olvidó
de sus quehaceres…
Pero la muerte se olvidó de su quimera.





CUANDO LOS HOMBRES MATABAN (Memorias de un sueño)


Hubo un tiempo en el que los hombres mataban en nombre de Dios.

Hubo un tiempo, cuando Dios se avergonzaba de ser Dios,

en el que los hombres morían…

Hubo un tiempo en el que los hombres

empujados por el ansia de ser Dios, escribían su historia con balas

de odio: anuncio de «su verdad».

Hubo un tiempo, una noche allá en París,

en el que el sueño de Eiffel fue silenciado por el aterrador

aullido de la muerte

Hubo un tiempo, cuando los hombres mataban…

Una noche allá en París,

cuando los hombres mataban, el Sena se vistió de sangre,

y la Gioconda perdió su sonrisa.

Y la Diosa Cibeles, Madre Tierra, allá en Madrid,

desató su ira, clamó venganza:

sin piedad mis leones, sin piedad…

Que nada ni nadie os detenga;

nos llama la libertad…

Y el inmortal David,

allá en su vieja Florencia

sólo quería morir.

Hubo un tiempo, cuando los hombres mataban,

una noche allá en París, en el que el tiempo,

cansado de transcurrir pisoteando a los muertos,

quiso dejar de existir.

Cuando los hombres mataban, una noche allá en París,

la música se hizo silencio…

Y hasta el silencio dejó de latir.

-Papá… ¿Es cierta la historia que nos ha contado el profesor?

Miró al pequeño. Sus ojos se llenaron de lágrimas.

-Así es hijo mío, así es.

-Pero… ¿Por qué sucedió?

-Porque hubo un tiempo, cuando los hombres mataban, en el que los hombres carecían de humanidad.



CAPITÁN TRUENO

Vuelve a mí Capitan Trueno.

Que tu escudo sea mi defensa,

tu jubón, vestidura de mi alma;

y tu espada la verdad que me mantenga.

Vuelve a mi Capitán Trueno.

Trae contigo a tu Crispin,

aquel joven soñador, travieso,

adalid de la inocencia.

No te olvides de Goliath,

mi gran «tragaldabas» tuerto:

señor de reinos escondidos…

Dueño de la bondad.

Vuelve a mi, Capitán Trueno,

pero antes de regresar

besa a tu amada vikinga…

¡Siempre te esperará!

Habrá de contarte un secreto

antes de tu partida:

que yo ya tengo un amante

de verde esperanza vestida.

Vuelve a mi Capitán Trueno.

Nómbrame tu caballero.

Bautízame en tus ideales.

Haz de mi el fiel escudero

de tu honor, de tu justicia,

de tu amor, de tu perdón…

¡No! nunca podré ser clemente

con la muerte prematura;

con el creador del dolor

de una esposa malherida,

maltratada, asesinada en nombre

de los celos, de la locura,

de la creencia maldita

de que «yo» soy más que ella,

de que ella es la serpiente

que mancilló mi cordura.

¡No! Jamás podré ser piadoso

con los buitres de la guerra;

con la carroña que hace

de la violacón, de la fuerza traicionera,

una victoria escondida

tras leyes que no son leyes,

tras conciencias sin conciencia.

¡No! no voy a ser indulgente

con aquellos que, amparados

en una tierra baldía

trafican con la miseria,

con el sueño de mil vidas

que se ahogan a diario

en el mar de mi desidia…

¡Vuelve a mi Capitán Trueno…!

Y al menos dame el consuelo

de la feroz embestida

de tu infinita clemencia.

Vuelve a mi Capitán Trueno.

No hace falta que te diga

que bajo el grisáceo manto

de mi vieja estantería,

descoloridas viñetas

aún lloran tu despedida.

MONÓLOGO

Se ha perdido el camino. La distancia se hizo inalcanzable…

Una órbita inconclusa. Un planeta sin estrella. Una galaxia extinguida,

engullida por el negro agujero de la ausencia.

Así estoy yo. Huérfano de luchas, y de metas. Sumergido en el olvido.

Vacías las maletas. El tiempo se volvió un instante yermo, vacío,

sin futuro al que lanzarme, sin pasado al que agarrarme.

Se quebraron las ansias… Y los sueños se perdieron en la nada incandescente,

asesina, impenetrable.

El pensamiento ausente. Los ojos ciegos. Las manos frías, insensibles…

Y el único sonido, el silencio atronador de mi soledad, del abandono merecido

que me aflige, que me hiere, que me mata.

Así estoy yo. Tu Dios invencible; arrepentido; culpable.

Tal vez, cuando los océanos se sequen, cuando los bosques ardan,

cuando el cielo sea pasto de la postrera tormenta, entonces,

tal vez me llames,,, Y yo, desde mi insensible mundo,

quizás te hable.

DUDAS

¿Qué sera de mi ser cuando me vaya?

¿Quién llenará mi estancia?

¿Dónde irán mis palabras aún por pronunciar…?

¡Cómo seré capaz de escribir mis versos!

¿Dónde se irá mi yo, mi existencia inacabada?

¿Quién cumplirá mis sueños, mis deseos no logrados?

Y mi alma… mis recuerdos…

¿Serán capaces de seguirme cuando se extinga mi mirada?

No. No penséis que temo a la eternidad, a la aurora infinita de la nada.

Pero quiero que el viento de mis besos sea el que anuncie mi partida.

Y que la suave brisa de mi ausencia acaricie las rosas ofrecidas,

los susurros de un «te quiero», las alas desplegadas de mi vida.

Sólo quiero que el dia que no escriba,

mis renglones inconclusos sigan siendo el anuncio de mi paso, de mi tiempo…

De la ira que habrá de causarme la última despedida

cuando sea requerido por el invencible monarca de mi último aliento,

de mi postrero adios, de mi silencio.

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