Atrapado en esta red gramatical. Seducido por un deseo insaciable de concisión, fantasea con las vivencias de sus personajes. Inventa coreografías entre adjetivos, nombres y verbos. Busca giros imprevistos donde lucirlos en las continuas derivas de su imaginación. Al leer los textos a sus compañeros siente vértigo. Las palabras tropiezan en su boca en sincronía con el palpitar de su corazón. Con este sentimiento reescribe, descarta y vuelve a corregir. Y sin embargo, aun no se siente escritor.

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