Benjamín, así lo llamaban en el taller.
Fue macerando sus veinte años con las letras de Borges. Su desparpajo lo tornaba adorable e insufrible. Ese desparpajo fue su talón de Aquiles.
El alma inquieta, lo llevó a nuevos horizontes.
Sus compañeros de viaje: mochila, cuaderno y lápiz.
Del otro lado del mundo los veinte lo traicionaron y pusieron el punto final.
Allá una hoja en blanco.
Aquí solo volvieron aquellas palabras escritas por Benjamín, el escritor.
Ellas son su legado.
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