Desde que comencé el taller de escritura mi mano izquierda me incordia. Está celosa de mi mano derecha creativa. Ayer empujó a un amigo del taller y al despedirnos manoseó a su mujer. Él me dio un puñetazo en un ojo. Hoy, al comenzar a escribir, me ha golpeado en el ojo sano. La até y ha roto la cuerda. Me ha agarrado por el cuello… ¡No suelta, la muy cabrona! Acabo escribiendo sobre ella. Cada vez aprieta más… No voy a salir de esta. Aparece la guadaña y siega mi sueño sobre la hoja en blanco.

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