Se había comprado una libreta y un bolígrafo para la ocasión. El olor a nuevo de ambos objetos lo transportaban a sus años de colegio. Caminaba por la acera absorto. Al llegar a un semáforo en rojo , tropezó con una anciana que le reprendió con acritud. No la había visto. En realidad no veía nada, sólo el texto del correo electrónico en el que le decían que había ganado una plaza en un taller de escritura, aunque no recordaba haber participado en ningún sorteo. No importaba. Era una señal.
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