He vuelto a escribir. Juré y perjuré que no volvería a ponerme delante de un ordenador y lo he cumplido.

Desde que aquel coche nos arrebatara lo que más queríamos, no he dejado de ir a tus clases de escritura. La vida no puede reescribirse, como sí hacía con los cuentos que me obligabas a publicar. Que fácil era borrar y volver a escribir un final bonito.

Ahora, sentado frente a mi vieja maquina Underwood vomitaré todo, sin reescribir ni borrar. Recordando para olvidar.

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