Ahí estaba como cada miércoles, tratando de expresar su sentir, este era el último día para entregar su relato. Le costaba trabajo poner en blanco y negro las ideas, y de la cabeza al papel sucedían tantas cosas, que terminaba por no escribir.

De pronto, las letras empezaron a fluir, mezclando la tinta negra y el rojo de la sangre. Eran las 5, la clase estaba por empezar. La encontraron en el suelo, la nota a su lado decía: «No busquen culpables. No, no morí de depresión, me mataron las letras».

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