Te quiero mucho

Hoy también te noto triste. Igual que ayer. Y aunque empiezo a preocuparme, no lo voy a exteriorizar. No sería justo. Debo fingir y hacer creer que estoy alegre y despreocupado. La
procesión, claro, va por dentro; y sin poderlo evitar, uno empieza a pensar
cosas. Porque ya somos muy mayores, ¿no es cierto? Y es lógico imaginar que… Bueno,
tampoco es la primera vez, porque ya en otras ocasiones he pensado que si te
pasara algo, si me faltaras… Buff… No podría soportarlo. No soportaría
encontrarme solo. De manera que, aunque comprenda que suena muy egoísta,
preferiría irme yo primero. Pero dejemos ahora esos pensamientos. Como te decía
al principio, no puedo dejar que me veas triste. Mi obligación es animarte, o
al menos no añadir nada negativo. Es algo muy frecuente y casi todo el mundo lo
hace. En líneas generales (¿de dónde viene esta expresión? Suena raro,
¿verdad?); lo diré de otro modo: la mayoría de las veces, la gente finge por
muy diversos motivos. En este caso, cuando uno sonríe simulando estar alegre,
se me ocurren dos razones para hacerlo. Mira, para que lo veas más claro, te
pondré un ejemplo. En esta revista, hay una noticia sobre una niña enferma de
leucemia, que lleva desde los 18 meses en tratamiento. Calculo que tendrá 6 ó 7
años. En la foto se la ve muy sonriente, tumbada en la cama y con varios cables
conectados a su cuerpo. Como es habitual en estos casos, la radioterapia ha
provocado la pérdida total del cabello (cejas y pestañas incluidas). ¿Podemos
de verdad creer que la niña sonríe sinceramente? Yo estoy convencido de que no.
La niña finge, está claro. No es posible que después de tantos años esa sonrisa
ante la cámara sea sincera. Intentaré demostrártelo. Como te decía antes, se me
ocurren dos hipótesis. La primera: la niña finge para no preocupar a su familia,
que en cierto modo es un poco lo que estoy haciendo yo ahora. Estos niños, que
por desgracia sufren una enfermedad a una edad muy temprana y suelen madurar
muy deprisa a su pesar, son conscientes del sufrimiento de sus padres y no
quieren aumentarlo mostrándose tristes, y es por eso por lo que sonríen y
fingen estar bien. La madre, que seguramente es la que ha sacado la foto,
también finge, por supuesto. Pero no cabe duda de que la niña, a pesar de su
corta edad, ve muy claro que su madre, que tal vez duerma en el hospital todas
las noches, está preocupada y no quiere aumentar esa preocupación y por eso
sonríe. ¿Te parece muy rebuscado? Yo creo que no. De todas formas, si no te ha
convencido esta hipótesis, escucha la otra. ¿Podría ser que sonriera porque no
quiere que la compadezcan? Esto ya parece más creíble, ¿verdad? Entre otras
cosas porque es un fiel reflejo de mi forma de ser desde… bueno, desde que, hace
ya muchos años, tú y yo formamos una pequeña familia. Sí, lo habrás visto muy a
menudo. Cuando viene alguien a casa, siempre sonrío. Nunca pongo mala cara ni
doy muestras de estar triste o preocupado. Detesto que me compadezcan, sientan
lástima de mí o pretendan darme ánimos. Odio que me den palmaditas en la
espalda. No lo soporto. Así que, en esta segunda hipótesis, en la que tal vez
podríamos encuadrar a la niña de la foto, me veo reflejado al 100×100. Y ahora
que me doy cuenta… ¿por qué ha surgido todo esto? ¿Cómo empezó? Ah, sí, porque
hoy estás triste, igual que ayer… Es verdad. A veces uno empieza a hablar por
ejemplo de las rebajas de Navidad y termina, sin saber muy bien porqué
disertando sobre los refugiados de Siria, y tiene que rebobinar y buscar el
motivo por el que ha llegado a ese punto. Bueno, pues eso. Hoy estás triste y…
¿sabes una cosa? En realidad, estaba mintiendo cuando te dije de forma tan egoísta
que prefería irme antes que tú porque no soportaría verme solo. Si lo pienso un
poco, lo que no soportaría es irme y dejarte solo. Porque, ¿quién cuidaría de
ti? Prefiero no pensar en ello. Que sea lo que Dios quiera y, si es posible,
que nos lleve a los dos al mismo tiempo, ten por seguro que le estaré
eternamente agradecido (nunca mejor dicho).

“He dejado de hablar a propósito. He provocado este silencio para ver tu reacción.
No se ha hecho esperar. Has estado todo este rato ahí, tumbado en el suelo, con
la cabeza apoyada en tus patas, los ojos cerrados, la respiración suave y
pausada. Y al no oírme, has levantado las cejas y me has mirado sin moverte en
absoluto, como diciendo: ¿Por qué te has callado? ¿Ocurre algo? Me he limitado
a sonreírte. Nos hemos mirado durante unos segundos, y a continuación, al ver
que todo está en orden, has vuelto a cerrar los ojos. Si mañana sigues igual,
llamaré al veterinario. Espero que no sea nada. Pero claro, tengo que ir
haciéndome a la idea de que algún día ya no estés conmigo. Que ya no me despertarás
con tu alegría todas las mañanas. Echaré de menos que me traigas las
zapatillas, y la botella del agua, y que apagues la luz dando al interruptor
con el hocico; y esos paseos por el parque, siempre a mi lado, casi pegado a la
silla de ruedas, y jugar luego lanzándote la pelota… Echaré de menos también
que me traigas el teléfono agarrándolo con la boca… ¿Te acuerdas aquel día,
cuando me caí y no podía levantarme y me trajiste en seguida el teléfono y pude
llamar a la asistenta? Qué de recuerdos, ¿verdad?… Estaría horas y horas
mirándote, Toby, pero siento que también el sueño me vence… Vamos a dormir losdos un poco. Pero antes, déjame decirte con el pensamiento que te quiero mucho.”

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