Verano caluroso el de aquel taller. Primer día y los participantes empezaban a escribir en completo silencio. Se escuchaba el sonido del ventilador y el golpeteo de una pluma. Me parecía escuchar algunos diálogos: “¿Lo escribo? Mejor no, me da pena. ¡No sirves para nada! Cállate papá. Lo voy a escribir. Si vas a hacer algo hazlo perfecto… ¡Cállate mamá! Tu hermano lo escribiría mejor, seguro».

“Tengo algo-dijo alguien al fin-no es muy bueno, me da pena, igual me espero ¡Cállate papá!”

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