A la misma hora cada día. Debes de rondar los cincuenta. Me recuerdas a la Rossellini. Hoy vienes al Café Madrid con leggins y cazadora negros, el pelo recogido en una cola y rojos los labios. Tiene tu mirada, normalmente triste, una extraña luz. Te vibra el bolso, sacas el móvil y el tabaco, sales a chatear. Uno, dos, quemas tres cigarrillos seguidos mientras lees los mensajes. Sonríes coqueta, juegas con la alianza entre los dedos. Tú vives, Isabella, yo escribo.

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