Me siento por fin en el sofá… Hoy fue un día duro. Mía se pasó un rato largo intentando equilibrar el árbol torcido poniendo más adornos por el lado derecho a ver si compensaba y no salió mal del todo.
Quizás el único fallo fue no contar con el factor Claudia. Cada dos adornos que colgaba Mía uno era devorado por el feroz bebé que convive con nosotras. Al final Mía se rindió y dijo “Mamaaaaa, tengo hambreeeee!” Así que hice «Arroz Porlan con Eroski’s tomato sauce» (suena bien, eh?) y Claudia que es muy lista se durmió antes para no correr el riesgo de probarlo.
Comiendo se me ocurrió que el pesebre podía ir en el hueco de la escalera de caracol, ¡genial! Pues nada, cojo un par de planchas de madera y las coloco encima de la barandilla de la escalera y queda perfecto, la verdad. Estábamos emocionadísimas, por fin algo parecía ir bien (sin tener en cuenta lo practiquísimo que es ahora bajar a la planta de abajo, ejem).
Los primeros disgustos llegan con los reyes magos, el que está más descuajaringado, como no, es el rey negro. Es así de toda la vida, ya en Hollivú nos lo han enseñado de siempre, el primero en morir es el negro, por supuesto. Le pasa de todo… a su camello se le ha caído la cabeza, la lleva el paje arrastrando, (seguro que más de uno ha deseado arrastrar la cabeza de su camello también pero no se ha atrevido). Bueno para ser justos el que está peor parado es el camello y punto, le cuelga la cabeza, le faltan las cuatro patas y también la base donde iban apoyadas. Total, un rey dado de baja. Otro de los reyes también lleva el camello cojo de dos patas, pero creo que a este lo salvamos (no me preguntéis cual es porque siempre me lío con el nombre de los reyes). La familia protagonista, desgraciada donde las haya, que ni mutua tienen para ir a parir, han perdido también el establo este año (una hora más de reloj buscando el establo que no he logrado encontrar), así que he pensado que para disimular nos iría bien poner cerquita un «caganer» con la cara del Sr. Blanco, con un dedito señalando a la familia haciendo vivac y con una grabación que dijera, “se acabaron los privilegios señores”. No me negareis que es realista y original nuestro pesebre y cómo está sin acabar pues más realista aún, hemos dejado la obra a medias por falta de presupuesto.
Mientras hacíamos recuento de todas las bajas de este año y una lista de las cosas a comprar se despertó la peque y ya la cosa se enfrió, entre la merienda y la inminente llegada del lunes, la preparación de la bolsa del cole, la ducha de rigor y demás ya no le volvimos a hacer caso, bueno Claudia siempre le hace caso, y su cometido es descolgar tooodos los adornos del árbol y lanzarlos al vacío por el hueco de la escalera. .. lo hace siempre, todos los días, todo el rato… es muy relajante.
No quepo en mi de orgullo, en 8 horas he colocado un árbol torcido al que apenas le quedan adornos, y dos planchas de madera encima de la barandilla de la escalera con una sábana marrón que utilizamos como suelo para el pesebre y un montón de figuritas que han pasado de estar en el suelo a ese elevado lugar de privilegio.
Me lavo la cabeza aprovechando que están las dos jugando, porque no se cuando volveré a tener oportunidad, y cómo no, se acaba el butano con mi cabeza llena de jabón y de dudas sobre si hay o no hay otra botella. Salgo del baño y Claudia llora del susto (es la segunda vez que se asusta al verme hoy, a lo mejor no va a ser casualidad que no practique sexo desde el año pasado). Tropiezo con una montaña de ropa que he dejado yo misma en la puerta del garaje (otra de esas cosas super prácticas que hago). No hay botella que valga, así que tendré que ir a por la que hay fuera, no pasa nadaaa! Salgo fuera, cojo la botella, se me cierra la puerta y se me abre el albornoz, adivinad quién está en la ventana, adivinad con el frío que hace como le saludan mis pezones, en fin. Definitivamente no es mi día. Y definitivamente voy a tener que mudarme! Después de incontables toques en la puerta, Mía me abre, veo ese caos… todo por hacer … y de pronto me parece un momento perfecto…. Mis dos hijas riendo como locas, todo, en realidad está en perfecta armonía, y qué más da todo lo demás.
La pequeña capaz de romperlo todo y aún así hacerte reír.
La mayor capaz de romperte el corazón
Y dejarte atrapado
con uno de sus regalos, esos que le gusta hacer con cualquier cosa que pilla por ahí. Con tres trozos de madera, tres piñas y unas cuantas piedrecitas, me regaló para reyes su visión de nuestra particular família.
Particular, pero no menos hermosa que cualquier familia que, sin importar de dónde sea, ni cómo sea, ni cuántos la compongan, ni el dinero que tengan, se sienta unida y compacta en cada uno de los momentos importantes de tu vida, siempre acompañándote tanto si estás lejos como si no, te quieren tal cual, gorda o flaca, tonta o lista, torpe o no, sepas o no cocinar platos exquisitos, te quieren, te adoran incondicionalmente aunque los domingos te llenes hasta el último pelo de ceniza y le enseñes las tetas al vecino, aún cuando les cae una bronca innecesaria porque tuviste un mal día; puedes ser inspector de hacienda y aún así, te quieren y a mí eso me deja sin aliento, y me parece que es uno de los milagros de mayor envergadura del planeta, un milagro que tenemos tan cerca que a veces no lo vemos.
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