Aún no ha asomado el sol en la dehesa, en algún lugar de Extremadura, y Luciano aún tiene el regusto de las migas que ha desayunado en el cielo de la boca: pan, chorizo, uvas, un almuerzo contundente propio de gente humilde que con el devenir de los tiempos se convertirá en delicatessen.

Comienza un día de invierno que promete ser claro y frío, así que más vale ponerse en marcha, que ya se sabe que al que madruga….se supone, Dios le ayuda, aunque hay que tener valor para salir hacia una madrugada repleta de escarcha.

Luciano llega a la cochera.

Lo primero es arrancar el coche, que no es fácil con estas heladas, y mantenerlo listo para lo que ordene el Marqués, que tiene por costumbre levantarse bien entrada ya la mañana.

En esta tierra, según la costumbre medieval, los pobres se levantan al alba para hacer la vida más fácil al señor terrateniente y su familia, y aunque la contienda fraticida ha volteado en algunas mentes el orden de las cosas, y removido conciencias, de momento los vencedores no van a permitir a la incipiente lucha de clases imponerse.

Hoy Luciano tiene la intuición de que tendrá que conducir un rato largo, por esas carreteras que la guerra ha dejado llenas de socavones y agujeros y que tanto trabajo dan a su amigo Paco, el Caminero.

De pronto, lo recuerda y su rostro se ilumina: el mes próximo empieza la temporada taurina y tiene guardada a buen recaudo la entrada para el debut en Badajoz del gran maestro Manolete.

De Purísima y oro: ese es su traje de torear predilecto, y nadie se arrima como el maestro. Los toros le han proporcionado muchas tardes de gloria al respetable, y es uno de los pocos placeres con los que comulga el Régimen y que ha sobrevivido en la posguerra.

Dicen las malas lenguas que en Madrid se quitan el hambre hirviendo las mondas de patatas. Afortunadamente, en la dehesa no falta un cerdo para ir tirando en invierno gracias a los productos de la matanza.

El sol asoma por el horizonte mientras que el chófer anda perdido en sus pensamientos; este mes,gracias al estraperlo, se ha sacado un sobresueldo y no han pasado estrecheces, pero hay que andar con cuidado; gracias a sus contactos, puede pasar la frontera y hacerse con productos de primera necesidad que ahora son artículos de lujo (desde jabón de manos a medias de cristal)

La guerra ha dividido España en dos. En las charlas de dominó de las tascas , en las que se reúnen los parroquianos, hay que ser prudente cuando la política sale como tema central de conversación; los nacionales han sido los vencedores, las purgas se sucedieron y los fusilamientos están a la orden del día. Cualquier cosa es buena para denunciar: rojos, invertidos… cualquier cosa sirve para sembrar la duda, la presunción de inocencia no existe en un país desgarrado por el odio.

Desde hace un tiempo Luciano no anda bien de salud, y no se lo ha dicho ni siquiera a su mujer. Con tres bocas que alimentar, y dos mujeres a su cargo, Luciano no tiene derecho a una baja por enfermedad, es más, el mismo médico que le diagnosticó su enfermedad costó más de un viaje a la frontera.

Es hora de ponerse en marcha, el Marqués ha desayunado hoy temprano porque quiere viajar a la capital.

Un chófer es algo así como un confesor. En las horas de viaje el jefe se relaja, libera tensiones y se desahoga, así que Luciano es custodio de grandes secretos de alcoba.

Cualquier hombre de bien tiene derecho a echar una cana al aire, y hace varios meses que una muchacha disfruta a cambio de vender su cuerpo y su dignidad de los favores materiales y carnales del Marqués. Analfabeta, pero muy espabilada, Puri sabe cómo contentar a su amante para que no falte el puchero caliente en su casa, entre otras cosas que muchas ya quisieran poseer. Hace ya un tiempo descubrió que las opciones para una chica como ella se resumían en: chica de servicio, externa, o criada interna en una casa de postín.

El Marqués anda preocupado porque Puri le ha confesado que está embarazada de pocos meses y sabe que un aborto es el mejor método para librarse del problema de manera rápida en Londres. Pero Puri desea ese hijo por muchos motivos: siempre será una llave para obtener del Marqués cualquier cosa que necesite.

Tras dejar al Marqués en sus quehaceres amorosos, Luciano aparca el coche y se dispone a tomar un descanso pero de repente el día se vuelve noche. Siente que cae muy abajo, no sabe dónde está, no sabe qué son esas voces que le llaman… siente su cuerpo invadido por algo que no sabe identificar…duele y quema a la vez; la gente a su alrededor está nerviosa….grita y de repente se hace la luz, brillante y limpia, pero cegadora…..ha vuelto el dolor, esta vez es más agudo y profundo, lacerante, atraviesa sus entrañas…..y hay un olor penetrante….la luz cesa de repente….y empieza el sueño: Manolete pide a Luciano, el mejor de su cuadrilla, el estoque para acabar la faena y entrar en la suerte suprema, acabar con la vida de Islero: negro, bragao, quinto toro, en el Coso taurino de Linares, Jaén.

Luciano intuye que esa tarde pasará a a los anales de la tauromaquia.

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