Arquitectura autócrata

Arquitectura autócrata

Angela regó al gato, echó a Coby, la cobaya dentro de la bañera y después soltó a su pez tropical por la ventana. ¡Vuela estúpido pececito, vuela! Una última bocanada de agua acabó con Coby. Ya no quedaban animales vivos en casa excepto un gato húmedo que decidió gastar su séptima vida sin dejar carta de despedida, su hermano: un bebe de 3 meses al que no le dejaban acercarse y el Loro, que por algún extraño motivo, esa misma mañana, se negó a hablar e intentó pasar desapercibido.

La Reina de Corazones tenía sus propias reglas y las aplicaba como si se tratase del Sacramentum Romano: no dormía en su cama: prefería el frescor de los arbustos, nada de cortarse las uñas: las tenía como Dick Van Dyke después de que la malvada «Mary Poppins» le obligara a limpiar la central nuclear de Chernobyl, acumular el máximo de pajitas de colores y practicar sexo cuando cumpliera los 5 años.

2 años de terapia. Golosinas a tropel: madrugadas de Litio, un manantial de Diazepan y tres estanterías de Risperidona. La cuenta bancaria de la familia bajo el metro.Tráfico de medicación, ingresos múltiples, vestidos de airbag para su propia seguridad y un generoso surtido de diagnósticos: psicopatía, autismo, síndrome de Diógenes…

La niña siente muchos celos de su hermano pequeño. – Dicen todos los especialistas. ¡Y un cuerno! Dijo su padre. Esta niña es tonta. ¡Mañana mismo nos centramos en el bebe y nos olvidamos de Ángela!

Ángela era una alumna atenta, esta semana le enseñaron la clasificación de los elementos y seres de la naturaleza. ¿Y los anfibios? Preguntó Ángela. Bueno los anfibios pueden vivir en la tierra y en al agua. Ángela afirmó con la cabeza al tiempo que escribía en un papel: la Reina de Corazones tiene sus propias reglas.

El otoño dio paso al otoño y a Ángela le permitieron continuar con sus excentricidades a golpe de paciencia. Parecía estar cada vez más atenta a su hermano, al que le llamaba “Ratoncito” cariñosamente.

Está más gordo Mamita querida. ¿Verdad, verdad? ¿Me dejas pesarlo? Yo lo cuido, es mi Ratoncito favorito.

La familia pareció tranquilizarse aunque sospechaban que estaba demasiado obsesionada por el peso del bebe. Suprimieron su medicación y se acabaron las visitas al psicólogo.

Apunto estaba de soplar sus 5 primeras velas cuando les reveló a sus padres que tenía que buscar novio. ¿Y qué pasa si no te quiere de novia el chico? Le preguntó su padre.¡Qué le decapiten! Contestó la niña entre risas inocentes, siendo la menos inocente de todas las sonrisas. La Reina de Corazones tiene sus propias reglas.

Lorito, lorito guapo… ¿Quieres un trozo de tarta? Le dijo Ángela revoloteando entre su jaula. El Loro cayó fulminado. Un ataque al corazón. El bebé y la madre se echaron a llorar. Ángela le cogió con sus propias manos y afirmó: ¡mira Mamita querida está tieso, podemos usarlo para jugar al cricket!

Le enterraron en el jardín, junto al gato, junto al pez tropical y junto a Coby. Esa noche Ángela Dorotea durmió en su propia cama y al amanecer las sábanas estaban salpicadas de sangre.

¿No puede ser? Dijo la madre, tiene sólo 5 años, a mi me vino a los 3. Centrémonos en el hermano, dijo el padre desesperado.

Ángela no le dio importancia al asunto. Tan sólo un extraño olor a rancio desprendía su cuerpo. Nunca le invitaron a un cumpleaños, ni parecía tener amigos, mientras que su hermano crecía y engordaba como un lechón sano y hermoso.

Una llamada de la escuela volvió puso en vilo a los astutos padres en vilo. Ángela parecía haberse encaprichado de un niño mayor, un chico raro de 14 años al que no le dejaba ni a sol ni a sombra. Es mi novio, les dijo. Todavía no tienes edad de tener novio– comentó la madre sorprendida. Quiero probar el sexo, mamita querida. El padre no pudo contenerse más y le arreó un bofetón en toda la boca. Ángela le picoteó para defenderse como pudo.

No le pegues, es muy pequeña, dijo la madre, no sabe lo que dice.

Ángela Dorotea pidió perdón a su padre y escribió: la Reina de Corazones tiene sus propias reglas. ¡Que le corten la cabeza!

Un olor a viejo se esparció por toda la casa y ni el mejor ambientador podía hacerle frente. Si me dejarais dormir en el jardín no olería así la casa– dijo la niña dulcemente. Está bien, dormirás fuera pero sólo durante el verano.

Ángela pasó las noches más felices de su vida, juntaba las pajitas de colores formando un círculo al que a nadie permitía entrar excepto a su hermano. Si alguien se introducía en el le hacía pagar peaje o le deportaba. La Reina de Corazones tiene sus propias reglas. Adornó su pequeño reino con ramas y pequeños insectos. El verano se abrigó de hojas secas.

Es el momento de volver a tu cuarto cariño, le dijo la madre a Ángela. Mañana te cortaré esas uñas, pareces una salvaje.

Ángela entro en casa y escribió:mi noche ha llegado, La Rina de Corazones tiene sus propias reglas. ¡Que les corten la cabeza!

Mientras todos dormían Ángela colocó las pajitas de colores en un montón. Se asentó sobre ellas y gruñó de dolor. Impulsada por su propia respiración extendió las alas. De un salto agarró a su hermano con las garras y echó a volar.

Cuando la policía llegó, halló el cuerpo de los padres decapitados a Picotazos. El inspector jefe se puso las gafas, se estiró el chaleco y miró su reloj: ¡tengo prisa! que los de criminalística recojan todas las pruebas.

En un pasillo de un Juzgado de Instrucción, una caja rotulada: “Caso de la desaparición de Ángela Merkel” contiene, un enorme huevo que no para de crecer, una bolsa con multitud de plumas y una nota que dice: “la Reina de Corazones tiene sus propias reglas”.

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