¡Plaf!, sonó la cachetada que recibió. El hombre la tomó de los cabellos y sacándola del balcón la metió dentro de la sala. ¡Plaf! Le volvió a golpear en la cara. La mujer, en un silencio de una persona aterrorizada, lo miraba con los ojos muy abiertos.

El golpe la había hecho trastabillar y caer sobre una mesita de vidrio. Botellas y vasos destrozados estaban por el piso de la habitación. Por tercera vez no usó las manos sino los pies. La pateaba en la cintura y las costillas con rabia incontrolable La mujer hecha un ovillo en el suelo no se quejaba. Trataba en vano de cubrirse la cara con los brazos, marcados de moretones de anteriores palizas. Al verla querer proteger su rostro, la ira del hombre se fortaleció. Con una patada vio como los dientes y trozos de éstos saltaban por todas partes. Agachándose hacia ella, tomándola de los cabellos sonrió. Luego salió dando un portazo.

El sol de la mañana cubría el piso de la sala. La mujer pudo verla luz a través del ojo derecho, el que podía abrir. Tenía la cara completamente hinchada. Sin emitir sonido de dolor se levantó. A duras penas pudo dirigirse al baño y sin mirarse al espejo y con toda la ropa que llevaba puesta se metió a la ducha.El agua fría parecía refrescar el rostro dolorido. Consiguió ponerse un vestido con mucha dificultad. Era muy holgado para ella. No resistía nada sobre el cuerpo.

Limpió la casa, lavó la ropa, preparó el almuerzo y se sentó en una silla a esperarlo.

Sintió la puerta de la casa abrirse y se dirigió a la cocina.

-Querida, ¿pero qué te pasó?, ¿otra vez te caíste de las escaleras?

-Sí, respondió ella. Sabes lo torpe que soy.

-Creo que tengo que llevarte al médico. No te ves nada bien.

-Debes ir al dentista le dijo, estás como las viejitas. Totalmente desdentada.

-Te preparé lo que te gusta, dijo la mujer, pollo con papas.

-¡Ah! que rico ¡Cocinas tan bien!-Y ¿Qué me harás para cenar?-

-Eso será una sorpresa. Es otro de tus platos favoritos. -¿Cómo
estuvo tu viaje?, preguntó.

– Tú sabes que siempre me va bien. ¡Pero qué agradable está el almuerzo ! ¿Te das cuenta que yo tenía razón? ¿Por qué crees que cocinas tan bien ?

-? Porque lo haces tú, sin ninguna ayuda.

-Nada de empleadas ni personas extrañas dentro de mi casa, tu tiempo dedicado a la casa y a mí. Como tiene que ser. Nada de familia, nada de amistades, nada de salidas. Y no me insinúes que necesito psiquiatra porque voy a perder los estribos. Además nadie va a creer tus mentiras.- ¿Te acuerdas a quién recomendaron tratamiento psiquiátrico los policías que vinieron hace un mes?- Dijo esbozando una sonrisa. El almuerzo transcurrió en silencio. Ella tomó dos o tres cucharadas de sopa. Satisfecho el hombre, tomó su maletín y salió de la casa golpeando la puerta.

Recogió los platos y los llevó a la cocina. Cuando estuvo todo limpio, se retiró a su habitación a descansar. Puso el despertador para poder comenzar a hacer la comida
a tiempo.

A las ocho de la noche sintió la llave en la cerradura. El esposo que llegaba a cenar. Ella no probó bocado. Le dolía masticar.

El esposo se abalanzó sobre la comida. Se sirvió generosamente, al costado el puré y sobre este la milanesa más grande.

-¿Tu no comes?- le preguntó a la mujer. La comida está exquisita.

-Estoy dolorida, si quieres comer por mí no te detengas.

Terminada la cena, el hombre se dirigió a la sala, prendió el televisor
para escuchar las noticias del día.

La mujer levantó los platos y los llevó a la cocina.

Concluida su labor de cocinera y sabiendo que todo quedaba limpio subió a
su habitación y logró ponerse el pijama con mucho trabajo. Tomó una
pastilla, se acostó y en pocos minutos estaba totalmente dormida.

Abajo, en la sala el esposo comenzó a sentir dolor de pecho. No era la primera vez que le pasaba. La ira comenzó a encenderse en su interior. ¡¡Su esposa cocinaba tan mal!! Quiso llamarla para que le diera alguna medicina, pero la voz no le salió. El dolor se volvió insoportable. Cayó sin decir palabra en el piso.

El despertador sonó como siempre. Seis de la mañana. Hora de levantarse para preparar el desayuno. Como autómata salió de la cama y fue al baño, siempre sin
mirarse en el espejo. Regresó al cuarto y cayó en cuenta que el esposo no estaba en la habitación. Un gran temor reflejaba en el rostro.Al no encontrarlo comenzó a relajarse.

Bajó a la cocina, pero escuchó el televisor. Fue a la sala y lo vio tendido en el piso.

Llamó a la clínica por teléfono. Pidió una ambulancia.

-Creo que a mi esposo le ha dado un ataque cardíaco.

-¿Sabe si tiene pulso?- preguntó la recepcionista.

-No lo sé, dijo. Su cardiólogo es el doctor Gómez. Si pudiera venir él se lo agradecería.

-Sí, no se preocupe ya enviamos una ambulancia con el médico.

Llegada la ambulancia el doctor miró a la mujer y le preguntó:

-¿Hace cuantos días?

-Nueve,-contestó ella.

-Dosis bajas dijo el doctor- Ayer subió la dosis, ¿no es cierto?

-Sí- le dijo, después de caerme por las escaleras.

-Gracias a Dios, su esposo tenía antecedentes cardíacos, pero debió usar
una dosis alta la primera vez, tal como se lo indiqué. Hubiéramos
evitado la caída de las escaleras. Bueno, ahora va a venir con nosotros, necesita
usted curaciones. Su esposo murió de un ataque cardíaco.

-Es inconcebible a lo que hemos tenido que llegar pero, lo bueno de todo es que ya cerramos su historia clínica. Ya no habrá más accidentes. Voy a avisarle a su familia. Estarán muy contentos de verla.

El rostro de la mujer ya no tenía expresión alguna y dócilmente se dejó llevar por el doctor hacia la ambulancia.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS