Esa madrugada, mi pulso se aceleró; mi corazón latía sin control; mi voz susurraba con temor insultos, mezclados con oraciones; todo mi cuerpo se sentía incómodo y observado. Así pasé las dos horas de ése turno de guardia de puesto 12 de rancho, en aquel distante pasado, del que aprendí que es un puesto bruja.
Les daré un poco de contexto; en la formación castrense siempre se está aprendiendo, cada superior en grado o jerarquía puede reprender o disciplinar. En la escuela dónde ocurrió siempre escuché de la mala hora (12:00 a 2:00), es un turno que siempre fué el más repudiado por todos, ahora, los novatos casi siempre en ése turno perdimos la lucha contra Morfeo.
Los supervisores nos inculcaron con historias y anécdotas lo peligroso que era dormir en ése turno, pero no era suficiente las historias de cómo ha esa hora los enemigos acechaban, en ésa instrucción también se agregó el cuento del famoso puesto bruja a sus historias «las brujas persiguen a los militares, y hay un puesto dónde los esperan para sus oscuros rituales» decía unos de mis instructores y cómo siempre, uno de los del curso réplica, «sí en el puesto 12, siento que se mueve la ceiba, que está detrás del rancho de tropa (comedores de tropa)» todo por agradar al instructor por parte de ése alumno. Así comenzó a propagarse el cuento de los puestos bruja, eran dos el en rancho y en la carretera, el puesto 12 y 13. Yo nunca creí en espantos, pero siempre hay historias, mitos, y anécdotas que cuentan los mayores; y siempre escuché que se debía insultar y sacar la peinilla para alejar los espantos, son historias del campo.
La cuestión es que en esos dos puestos a media noche, cada vez los alumnos más y más contaban historias; ya nadie quería prestar ese turno a ésa hora, es más un alumno accionó su arma de dotación por el miedo; y claro, puso a toda la escuela en alerta, ése sólo error le dió a para ser echado del curso sin descargos.
Por ésto nadie quería prestar esos turnos a ésa hora. Yo, sin embargo, nunca me acaba de convencer de las historias del puesto bruja, y en una ocasión me pagaron para prestar en el puesto 13 carretera, el turno de 2 a 4 A.M. Aunque siempre soy escéptico de los asuntos paranormales, ése precio día me preparé un poco, un ramita de ruda, un buen crucifijo y mi arma de dotación; si hubiese tenido un machete lo hubiera llevado. Más tarde ese día, al faltar 15 minutos para las dos de la madrugada, llegábamos a el puesto 13, el relevo se efectuó sin contratiempos, no hubo consignas ni nada, aunque el compañero que me entregó el turno, parecía muy activo y feliz de entregar su turno, lo inusual fue que su arma de dotación estaba cargada.
Ya en la más absoluta soledad, en la oscuridad y lleno de las historias de aquel fatídico puesto, los minutos parecían eternos, el cuerpo crispado y siempre en modo supervivencia; cada ruido de insecto, soplido de viento o bamboleo de las copas de las árboles, era una posible aparición de la bruja. Yo, un no creyente, siempre aferrado a mi dotación, mi cruz y mi linterna, con las que podía descartar cada cosa, de esas dos eternas horas del turno en el puesto 13; y, les puedo asegurar que con temor siempre estuve, me sentía observado, pero pude sobreponerme y pasé la prueba a lo que todos los demás alumnos creían que era una echada segura del curso.
Pero la vida es la mejor maestra, y ya convenciendo de que nada de éso era real, mi siguiente turno de guardia en la semana siguiente se acercaba, me ganaría un pequeño pago por cambiar el turno. Y así ocurrió, ésa madrugada de fatídico martes llegó, mi compañero me cambio su turno en el puesto 12 rancho, y me pagó; me contó que la anterior vez que prestó en ése puesto, le escondieron el arma de dotación y apareció con un moretón en el cuello, y que ni loco volvía a prestar en los puestos bruja a ésa hora. Éso me causó inquietud, pero sabía qué todo tenía que tener una explicación.
En la noche, cerca de prestar mi guardia en puesto bruja, me preparé como la última vez, una oración y a darle; cuarto pa las 12 haciendo el relevo, única consigna «si se activa la alerta en la base sin motivo justificado, el alumno sería echado de la escuela», ante esto todos optaron por no llevar la munición de dotación, no era mi caso. Sin duda mis sentidos estaban en alerta, mi razón siempre fue una buena consejera, ante cada ruido buscaba la explicación del casó. Ahora, ante lo que no tenía explicación ¡Qué!, Comencé a sentir las ramas de la enorme ceiba de ése puesto moviéndose, las iluminaba y no había nada, solo la espesa oscuridad como boca de lobo; mi pulso alterado, a mil, palpitaciones sin control; entonces mi voz susurraba en principio insultos para alejar al mal (Malparida, hijueputa, hija de mil putas, etc.) luego oraciones, me sentía observado e incómodo. Pero cada vez las ramas grandes de la enorme ceiba se movían como si una persona o ente, estuviera en ellas, la linterna con su escasa luz no detectaba nada, y, para mí malaya suerte se quedó sin batería. Pase a modo oración total, al padre le rogué, pero el estruendo entre ramas de aquel árbol no paraba, cargué mi arma cómo última opción, mi suerte estaba echada, un disparo y me expulsarían, debía ser certero y darle a la bruja, mis municiones las tatué con una raya en cruz y con par de oraciones.
El tiempo no parecía avanzar, mi pulso flaqueaba; y justo ahí, antes de detonar contra el espectro, mi superior de apellido GUABITA, que hace alumno, dijo. Aliste para inspección. Me presente, me inspecciono el arma; yo estaba a punto de decirle sobre la bruja, pero él parecía saberlo todo. Sólo me dijo: si disparas te expulsan, y terminó la inspección de puesto 12.
Otra vez en mi suplicio, y faltaba casi una hora para entregar el relevo. De nuevo la sensación de ojos en la nuca, cada rama movida por un peso como si cargará a alguien, y no movida por el viento, todo en tinieblas; y por fin algo de fortuna, la luna esquina hasta ese minuto se buscó un pasó entre las nubes para auxiliarme. Más no era suficiente, con su luz en mengua sólo daba más teatralidad a la macabra noche, mi sospecha era que saltaba de rama en rama el espectro, para esperar que me durmiera y hacer de mí su voluntad.
Mi temor vencía a mi razón, sólo me escudaba en maldecir y rogar al señor. en susurros por no activar la alarma de la basé. La media hora más terrorífica de mi vida hasta entonces, mi sentido de responsabilidad y orgullo me impedían salir corriendo de debajo de esa ceiba, además de que sería castigado por abandono de puesto; miré algo que con la escasa luz de luna me podría servir, un par de botellas de cerveza vacías, me aferre a ellas, la primera la parti para compartirla en una arma, más los extraños movimientos en la ceiba no cesaban, parecían alimentados por mi presencia, una idea un último recurso ante tal tenebrosa mala hora, estrelle las restantes botellas en el amplió tronco de aquella ceiba; cada rama se movió, y la oscuridad pareció aumentar y abalanzarse contra mi, me aferre a mi cruz y con la diestra a la botella, algo oscuro se lanzó del árbol, miré una ala negra que me rozaba, me defendí, pero no la toque tan siquiera, la adrenalina bombeando por mi torrente cambios el temor por ganas de luchar, me preparé para cualquier embestida de lo que me acechaba, en posición de guardia y con la botella en alto, lo espere todo. Y justo ahí la luna, la adrenalina y poner mi cuerpo en modo de lucha, lo vi.
Mi memoria recordó cada día en ése rancho, cada vez que pasé a botar los restos de comida cerca de ése lugar detrás del rancho, mi memoria me daba la solución, «los gallinazos” si era las malditas aves de rapiña, que esperaban las sobras y se posaban en la copa de aquel majestuoso árbol a dormir.
En fin puesto bruja no era nada más que la forma de manipular a los reclutas para que no se durmieran en el turno de la mala hora, aunque brujas de que las hay, las hay.
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