INSISTO, VIVIRÉ

INSISTO, VIVIRÉ

Mar Mioni

24/06/2025

Cuando todo se derrumbó las paredes se cayeron sobre mí, lo último que recuerdo fue haber sido aplastada por el techo y quedar petrificada bajo un montón de escombros, existiendo, porque después de una noticia terrible uno solamente existe, no vive.

Durante mucho tiempo estuve ahí, bajo las piedras, sintiéndome una más de ellas, adoptando el color de la cal, completamente inerte, en un desmayo prolongado, agarrada de una mano momificada.

Pero un día cayó la lluvia, la tierra que me rodeaba se ablandó, las gotas se colaron por entre la tumba ruinosa hasta llegar a mis ojos, pude sentir la humedad en la cara, pude llorar poquito, soltar tu mano,

sentir tu ausencia,

aceptarla,

entender que no ganaría nada esperándote ahí, bajo los escombros, porque ya no podrías venir a rescatarme. Me sentí entumida, con ganas de jalar más aire, de extender brazos y piernas, de probar lo que sería volver a caminar, de sentir la luz del sol.

Fui apartando las rocas que me cobijaban, algunas ya se habían fundido con mi piel, costó trabajo despegarlas, dolió moverme, los huesos tronaron, mis articulaciones rechinaron, me fui incorporando como muñeca de trapo que cobra vida de manera torpe y accidental.

Me puse de pie, dándome un momento para sentir y reconocer el cuerpo, para empezar a desentumirlo. Me sentí de menor estatura de la que recordaba, vi que mi piel era del color del yeso y que estaba muy reseca, con grietas profundas, como la tierra en sequía; algo había cambiado, nunca volvería a ser la misma, no después de tu ausencia.

Decidí no mirar de nuevo hacia el lugar donde quedé enterrada junto a ti por decisión. Yo seguía viva y tú ya no. Platicar con los muertos suele ser aburrido.

Avanzo tambaleando, llego a la puerta del cementerio y al abrirla cruje, igual que mis huesos al caminar, me siento débil, pero decidida, no moriré aquí, no ahora, no aferrada a un amor que ya murió, a una amistad que se extinguió, a un cuerpo que ya fue devorado por gusanos.

Siento arcadas, debo tener un par de años sin probar bocado, la boca me sabe a polvo. Vuelvo a ver la piel de mis manos, parezco un dibujo sin iluminar. Alguien me pregunta si estoy bien, le respondo que sí, que solo estoy un poco mareada, se ofrece a acompañarme.

Durante el camino me cuenta historias de fantasía que van dando un poco de color a mis mejillas. Me toma de la mano, al parecer no le doy miedo con la pinta que me cargo. Llegamos a un valle que huele a limpio, a esperanza, el sol le da un toque fosforescente al pasto, el cielo es una exageración de azul, me tiro al suelo para llenarme de calor.

Me quedo dormida sin darme cuenta, cuando abro los ojos, mi acompañante me mira fijamente, se acerca y me besa, yo no sé muy bien qué hacer, apenas lo conozco, decido responder al beso que se vuelve magnético, más de lo que me gustaría, parece que mi boca y la suya se han sellado como dos tuberías metálicas, no me puedo zafar, me preocupo. El ladrón comienza su misión: intenta extraer de mí todo vestigio de vida, alimentarse con la poca energía que tengo, su beso me asfixia, mi cuerpo se constriñe como una pasa, empiezo a ver borroso, las fuerzas me abandonan, mi piel se vuelve casi invisible, soy víctima de un parásito de energía, debí haberlo previsto, pero los años que pasé bajo esa tumba me dejaron entumida y torpe.

De pronto abro los ojos aterrada, el bandido sigue prendido de mi boca, siento mi corazón latiendo, quizá sea mi instinto de supervivencia, pero de pronto me entra urgencia por vivir, el tiempo apremia, apenas estoy logrando conectar mis ideas.

Lo abrazo, él se despista, no es un abrazo de amor, en realidad mis manos buscan el cuchillo que he visto que porta en su cinto, la sensación fría del metal me da valor y confianza, como si fuese una serpiente extiendo mi lengua hasta picar su garganta lo cual le produce arcadas que lo obligan a despegarse de mí; aprovecho el momento y le escupo los ojos, me levanto tambaleante, se levanta también, me empuja, me insulta, se ríe porque no me cree capaz de utilizar el cuchillo, pero mi mano no pide permiso y sin pensarlo hunde el cuchillo en su barriga, en su pecho, en su cara y cuello, son movimientos repetitivos llenos de miedo y odio, esa mezcla da paso al llanto.

Sigo picoteando ese cuerpo que emana sangre color orina, claramente no es humano, el ladrón se va poniendo gris hasta convertirse en ceniza, puro recuerdo. Yo sigo apuñalando el piso, a los trapos que fueron su ropa hace un instante, el odio sigue ahí, el ladrón ya no, el miedo tampoco.

Grito, insulto, reclamo hasta desgañitarme, el odio ha subido a mi garganta, mi piel ahora tiene color y es color de fuego. Suelto el cuchillo. Lo gritos me provocan náuseas, corro hacia el puente que cruza el río y comienzo a vomitar en el agua. Se preguntarán ¿qué vomita alguien que ha pasado varios años sin comer?, pues vomito silencio y sueños rotos, vomito ansiedad, vomito negro, amarillo y rojo, reclamos no dichos, perfección y exigencia, cansancio viejo, rechazo y recuerdos, memorias que torturan, me vomito a mí misma, vomito piedras, cal y tierra, vomito hasta quedar vacía. Me desmayo.

Abro los ojos, no sé cuánto tiempo habrá pasado, ni siquiera sé si el tiempo existe aquí. Estoy embarrada de suciedad, de lodo, de todos los líquidos que fluyeron de mi cuerpo en mi catarsis, sigo tirada en el puente, por debajo pasa el río, alrededor hay charcos de vómito en cuyo reflejo aparecen imágenes que se parecen a mí, pero que han dejado de ser yo.

Me levanto, por debajo pasa el río, me coloco de espaldas en dirección a la corriente, cierro mis ojos, abro mis brazos y me dejo caer hacia atrás, hasta que mi cuerpo choca contra el agua y se va, se va, se va, no es un suicidio, es un renacer, dejaré que el agua me lave, me lleve, que ella decida.

Dicen que la ira no es buena, pero a mí más bien me ha salvado, me ha llenado de energía transformadora, ha iluminado mi piel y ha cerrado las grietas con su calor. Debo usarla a mi favor.

“Querido mundo, aún no te has librado de mí, no será tan fácil, poco a poco he ido entendiendo la dinámica, dame tiempo, volveré con una antorcha y estaré lista para enfrentar el siguiente nivel del juego”.

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