Lapicera libre

Lapicera libre

paulitamo

18/06/2025

Tiene la cabeza alborotada. Se cuestiona que le gusta mucho escribir, pero nunca lo hace.

Como que está esperando una súper idea, sentirse desbordada de inspiración, y entonces ahí, ponerse a escribir.

Hoy, mientras disfruta de la playa, ha sacado cuaderno y lapicera (que siempre lleva en la mochila por las dudas y, así como van, vienen intactos). Los ha sacado, pero no arranca.
Piensa sobre qué puede escribir, qué tema. ¿Sobre alguna frase que le guste mucho? ¿Sobre las búsquedas? ¿Sobre el Universo? La idea del Universo le agrada, pero como no sabe ni definirlo, queda en nada.

De repente se le ocurre que ya fue, que tiene que conectar lapicera y cuaderno, apoyar la manito, tocar el papel y que la tinta empiece a salir.

Entonces lo hace, y, como por arte de magia, aparece el título: “Lapicera libre” y arranca.

Empieza contando lo que siente, porque es lo que más fácil le sale. Decir que se le ocurren ideas randoms pero ninguna muy cargada de contenido y que todo es desconcierto, es una buena forma de empezar.

Ahí se da cuenta de que no escribe porque está esperando una buena idea, y mientras lo va asentando en el papel, se acuerda que ella, a principio de año, leyó El camino del artista, de Julia Cameron, para destrabar su creatividad. Por su mente pasan fugazmente muchas enseñanzas del libro. Se percata de que, al final, mucho no lo ha puesto en práctica y que lo que está haciendo es quedarse paralizada. Entonces viene a su mente un cartel que hizo y pegó en la pared de su habitación con una frase sacada del libro:
“Fuerza creativa, tú ocúpate de la calidad, yo me ocuparé de la cantidad”, y su nombre abajo, cual firma sellando un pacto. Le cae la ficha de que no está cumpliendo con su parte. La cantidad es nula. No se ha sentado ni una vez. Nunca hace la tarea. Bah… algo ha hecho. Se unió a un club de escritura que se reúne una vez a la semana. Pero eso es todo. Y estamos todos de acuerdo en que una vez a la semana no es cantidad.

Y ahí está, escribiendo y teniendo esa revelación. Qué loco.
El cerebro le dice que debería calendarizar un bloque todos los días y ponerse con la compu, así después no necesita pasarlo (muy educada en startup ella). También piensa que ya tiene un hermoso calendario, estructurado y ordenado, para hacer muchas cosas en el día, que no respeta nunca. Pero bue, de a poco, está en esa. Intentando mejorar en cosas en las que flaquea, como por ejemplo el tema horarios.
Se da cuenta de que se fue por las ramas, que lo que quería decir antes de desviarse con lo del calendario, es que ella confía plenamente en esa Fuerza creativa, en Dios, el Universo, la fuente o el nombre que quiera ponerle cada uno.
Ella sabe que, con el Universo a su favor, no estar activando con la escritura es estar durmiendo en los laureles, mal.
Así que ahí va. No lo va a poner en el calendario (aún). Pero tiene muy presente que, cuando uno es testigo de una revelación o ante uno se ilumina algo que estaba oculto, no hay vuelta atrás. No se puede borrar, tampoco se puede ignorar. Toca actuar.

Con la carga de haber atestiguado semejante verdad, y dándole un final comprometido a su textito, se atreve a renovar y dejar asentado, una vez más, el pacto:

“Fuerza creativa, tú ocúpate de la calidad, yo me ocuparé de la cantidad.”
Paula

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