Cuando se tiene la suerte de ver con tus propios ojos las maravillas que el creador ha puesto en diversas partes de esta piedra que atraviesa los firmamentos del universo, te topas en algunas ocasiones con verdaderas maravillas de una simpleza que raya en lo exuberante.
A las afueras de una pujante población como lo es Medellín, a unas pocas horas de camino, encontramos lo que para algunos es que Dios olvido recoger quizá algún guijarro con el que jugaba a las canicas, hay quien dice que esta inconmensurable roca viene del espacio exterior, pero en realidad es un monolito de más de 200 metros altura.
Todo puede parecer una mera casualidad, pero cuando tienes la mentalidad de un liño y los ojos de asombro sin importar la edad no puedes dejar de pensar en algo de fantasía e despide este lugar, envuelta en la magia y calidez del pueblo colombiano te encuentras con las ventas de souvenirs, de la oportunidad única de subir semejante piedra a pie, a través de los más de 700 escalones o dar una vuelta en helicóptero para sobrevolar esta maravilla natural.
Me imagino que este lugar pudo haber sido un gran observatorio para alguna tribu precolombina, quizá no podrían subir a él, pero el sitio despide un ambiente hasta místico. Podría imaginar que semejante piedra no era solo que un pequeño juguete para algún gigante como el de los cuentos de hadas, a lo mejor fue olvidado y con el tiempo fue semi enterrado para quedar como testigo mudo de algo que nunca sabremos.
La Piedra el Peñol es un sitio para visitar, para admirar y que deja la imaginación volar. Cuando nos ponemos a pensar en los logros de la humanidad en arquitectura e ingeniería, y ver que una simple roca enorme puede superar en muchas maneras todos ellos. Me pone a pensar con una nueva humildad, que en realidad la naturaleza es superior en tantos aspectos. Al igual que cuando estamos frente a alguna playa o un humilde rio o lago, simplemente un paraje verde de montañas, podemos ver las maravillas que ofrece este planea que maltratamos tanto.
Si tienes la suerte de pasear, sin importar a donde vayas, tómate el tiempo y el esfuerzo de ver las cosas como lo haría un niño, con esa carita de asombro cuando ven algo por primera vez, no temas hacer el ridículo quizá, pero disfruta de lo que estás viviendo. No importa si es una monumental piedra de más de 200 metros en un país fantástico como lo es Colombia, puede ser simplemente una callejuela en tu mismo barrio o un cafetín de esos antiguos que parecen que no pasa el tiempo en ellos. Disfruta, eso es lo que puedo aconsejar y déjate llevar por la maravilla de lo sencillo.
Espero tener las fuerzas la próxima vez si Dios me lo permite ir de nuevo allá, de subir las gradas y vivir la experiencia de subir el Peñol de Guatapé. Hasta pronto querida Medellín, me confieso un chapín enamorado de este país.
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