TEMPESTAD

TEMPESTAD

fran

09/03/2025

La celebración del Día de los Muertos era una tradición arraigada, una fecha donde se honraba a los ancestros y se recordaban las historias de aquellos que habían partido. Las calles se llenaban de vida, colores vibrantes y aromas de la comida tradicional que preparaban las familias para recibir a sus seres queridos. Este año, sin embargo, la festividad estaba marcada por un aire de inquietud. La paz que había reinado durante años estaba siendo amenazada por una creciente rivalidad entre clanes de guerreros y una organización secreta que buscaba desatar un antiguo poder. Lina Thomas, una maestra de Aikido, se encontraba en su pueblo natal, preparándose para las celebraciones del Día de los Muertos. Las calaveras de azúcar decoradas con colores brillantes, una de las tradiciones más queridas de esta celebración, estaban preparándose con mucho esmero sobre la mesa. Cada calavera representaba un alma, una conexión con el pasado. Mientras colocaba las ofrendas, Lina reflexionaba sobre el significado de festividad. Era un recordatorio de que, aunque sus seres queridos ya no estaban, su legado vivía en cada acción y en cada lucha que ella libraba. El aroma del pan llenaba el aire, mientras las familias se reunían en la plaza central para recordar a los que habían partido. Las risas y los recuerdos compartidos eran un bálsamo para el alma. Sin embargo, una sombra se cernía sobre la festividad. La rivalidad entre los clanes de guerreros estaba en aumento, y las tensiones se palpaban en el ambiente. El torneo anual de combate, conocido como «El Gran Combate», se acercaba, y la expectativa de la competencia se mezclaba con la preocupación por el futuro de su pueblo.

Kira Sarmiento, por su parte, era una cazarrecompensas del clan de las Sombras, conocida por aplicar sus técnicas de Ninjutsu. Ella también estaba en el pueblo, aunque con motivos distintos. Kira había llegado al pueblo no para celebrar, sino para observar el torneo y demostrar la supremacía de su clan. Las calaveras que adornaban la plaza eran un recordatorio de la vida y la muerte, pero Kira tenía otras prioridades. En su mente, el legado de su clan debía ser asegurado a cualquier precio. A medida que las luces comenzaban a brillar en la plaza, Lina se encontró con un grupo de niños que jugaban alrededor de las calaveras de azúcar. Sus risas eran contagiosas, y Lina sonrió al ver la alegría que traía. Sin embargo, no pudo evitar pensar en las sombras que se cernían sobre la celebración. De repente, un murmullo recorre la multitud. Los rumores de que la organización conocida como Los Hijos de la Tempestad había comenzado a moverse en el área generaron inquietud. Los ancianos hablaban en voz baja, compartiendo historias de terror sobre guerreros oscuros que buscaban desatar un poder antiguo y aterrador. Lina sintió que su corazón se aceleraba. Sabía que debía actuar.

Esa noche, mientras la luna llena iluminaba el cielo, Lina se dirigió al templo donde se celebraría el Gran Combate. La energía del lugar era diferente, pero palpable, una mezcla de anticipación y miedo. Se detuvo frente a una mesa decorada con calaveras de azúcar, cada una representando un guerrero caído, un recordatorio de que la lucha traía consigo su precio. En el centro del templo, los guerreros se reunían para el ritual de apertura. Las calaveras brillaban con la luz de las velas encendidas, y el aire estaba impregnado de incienso. Lina se une a ellos, dispuesta a demostrar su valía. Entre la multitud, Kira observa con atención. Su mirada se centró en Lina, admirando su control y gracia. Sin embargo, la rivalidad entre ellas no era solo una cuestión de habilidades. Cada una representaba un legado diferente, y en el fondo, Kira sabía que debía demostrar que su clan era el más fuerte. El torneo comienza con combates intensos, y Lina se destaca en cada enfrentamiento. Sus movimientos eran fluidos, casi como una danza, mientras esquivaba y contraatacaba con precisión, habilidades que le otorgaba el Aikido. Las calaveras de azúcar parecían observarlas desde la mesa, como si los espíritus de los guerreros caídos estuvieran sentados en el banquillo, heridos y lastimados. Sin embargo, en el fondo de su mente, la advertencia de los ancianos resonaba: «La amenaza de los Hijos de la Tempestad no es una simple leyenda». En una de las noches del torneo, después de una dura batalla, Lina se retira a meditar en el claro cercano al templo. Mientras cerraba los ojos, sintió una presencia oscura que la acechaba. Abrió los ojos y se encontró cara a cara con Draagon, un ser reptiliano que era parte de la organización que había estado buscando desatar el antiguo poder. Su mirada fría y sus escamas brillantes reflejaban la luz de la luna.

“Has demostrado ser una guerrera formidable, Lina Thomas», dijo Draagon con una voz que resonaba en la oscuridad. «Pero el poder es algo más allá de lo que puedes imaginar. Tu legado se desvanecerá como la luz del día».

A pesar de que estaba siendo provocada con cada inflexión de ser reptiliano, Lina se mantiene firme, sintiendo su chi fluir a través de ella: «No permitiré que destruyas lo que todos hemos construido». La celebración del Día de los Muertos es un recordatorio de que nuestros ancestros aún viven en nosotros. No puedes desatar el caos aquí para destruir nuestro legado».

Draagon suspira, una risa que hiela la sangre en las venas de Rin. «Las calaveras que adornan tu pueblo son solo símbolos. La verdadera muerte se cierne sobre ti y los tuyos. Prepárate para la próxima batalla, porque este torneo será el último».

Las palabras de Draagon resonaron en la mente de Lina mientras se retiraba. La noche se volvió tensa y llena de inquietud. Mientras observaba las calaveras de azúcar que había preparado, comenzó a pensar en las almas que representaban. Cada uno de esos guerreros que había luchado con honor, y que ella debía continuar su legado.

Los días siguientes fueron un torbellino de combates. Lina avanzaba en el torneo, enfrentando a guerreros que venían de todos los lugares. Cada victoria era un tributo a aquellos que habían luchado antes que ella, una ofrenda a la muerte que adornaba el altar.

Sin embargo, la amenaza de los Hijos de la Tempestad se hacía cada vez más presente. Durante la noche, Lina escuchaba susurros en la oscuridad, el aire se volvía denso y opresivo. Los ancianos del pueblo comenzaron a hablar de la necesidad de unir fuerzas, y la idea de que una verdadera batalla estaba por llegar se asentó en el corazón de Lina.

El día de la final se acerca, y Lina se encontraba en un dilema. Sabía que Kira representaba una fuerza que podría equilibrar el poder de los Hijos de la Tempestad. A medida que las mujeres se acercaban a la arena del torneo, Lina decidió hablar con Kira.

“Podemos unir nuestras fuerzas», le dijo Lina. «Si luchamos juntas, podemos detener a la organización. Nosotros no somos enemigas».

Kira la miró con desconfianza, pero había una chispa de curiosidad en sus ojos. «¿Por qué querría luchar a tu lado? Mi clan busca la supremacía».

«Porque la verdadera supremacía radica en proteger a aquellos que amamos», responde Lina con sinceridad. «No podemos permitir que el caos y la oscuridad dominen nuestro hogar».

Después de un largo silencio, Kira finalmente asiente. “Está bien, Lina. Lucharé a tu lado, no he olvidado mis raíces».

El torneo llega a su clímax. La final estaba a punto de comenzar, y las calaveras de azúcar brillaban como guardianes silenciosos. Lina y Kira se unieron para enfrentar a Draagon y los Hijos de la Tempestad. La arena se convierte en un campo de batalla, y las luces titilaban mientras los guerreros se preparaban para el enfrentamiento… La batalla fue feroz. Draagon invocó su magia oscura, lanzando sombras y amenazas que parecían cobrar vida propia. Sin embargo, Lina y Kira se movían como una sola, uniendo sus habilidades de combate para contrarrestar cada ataque. Las calaveras que adornaban el altar parecían cobrar vida. A medida que la batalla se intensifica, Lina siente el poder del chi fluyendo a través de ella, mientras Kira utiliza su agilidad para esquivar y atacar.

Finalmente, con un movimiento, Lina logra desviar un ataque fatal de Draagon, permitiendo que Kira asesta un golpe. La sombra que había amenazado a su pueblo se desvanece. Mientras el silencio caía sobre la arena, las calaveras de azúcar brillaban con una luz especial. Lina y Kira se miraron, sabiendo que habían forjado un vínculo más fuerte que cualquier rivalidad.

Con las sombras disipadas y la amenaza de los Hijos de la Tempestad eliminada, Lina y Kira se unieron al pueblo. Las risas y los recuerdos se entrelazaban. La paz había regresado, y con ella, la promesa de un futuro donde la luz siempre prevalecería sobre la oscuridad.

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