Barbarita vive en una institución. Con la cabeza de una muñeca rota aprendió a acunar a un bebé. Su juego nunca recogerá la sonrisa de la madre que la abandonó cuando nació discapacitada.

Barbarita tiene fuerza. Con dos brazos largos agita las ruedas de su silla para ir a ninguna parte. Su energía nunca se deslizará por un tobogán de plaza.

Barbarita se hizo mujer. Hoy le lavarán la sábana con más rezongos que de costumbre. Su cuerpito le llora con sangre el “para qué” de todas las cosas.

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