¿El trabajo dignifica?

¿El trabajo dignifica?

Gaga 510

08/04/2018

Era una nueva oportunidad para mi, un nuevo trabajo una promesa de un futuro mejor.

Luego de muchos trabajos, como de moza en un bar nocturno, niñera, carro de comidas rápidas, cajera, etcétera,etcétera, etcétera, siendo madre soltera, con una hija de 5 años a cargo, llegó a mi una propuesta prometedora.

La mujer a quien le cuidaba sus hijos y le realizaba la limpieza de su hogar me propuso trabajar con ella en su nuevo negocio donde trabajaría menos horas por más dinero, un trabajo de oficina para el cual ella me iría preparando, con promesas de un empleo en blanco muy bien remunerado. Se trataba de una empresa financiera que otorgaba prestamos a quienes no podían hacerlo mediante un banco.

Sin pensarlo demasiado dije que si. Compré ropa formal, un par de zapatos y me pasé el fin de semana esperando que llegue el lunes para asistir a mi nuevo trabajo.

Al llegar me encontré con una oficina moderna a la que le faltaba un poco de orden y decoración, prepare el café como me indicó la dueña y luego comenzamos a poner todo en su lugar. Y así fue la primera semana, pintando, acomodando muebles, instalando instalando artefactos, hasta que logramos darle el toque profesional que necesitaba.

Una vez terminada la oficina me designó un escritorio y me explicó cual sería mi función. Se trataba de un puesto de secretaria, donde recibiría a los posibles clientes, les explicaría que se cobraba por un informe y que si el informe era negativo el crédito no sería otorgado y el dinero no se reembolsaba. Luego me capacito para hacer los informes vía internet.

La semana siguiente llegué media hora antes, preparé café y me senté en el escritorio a esperar. Pasadas las 11 de la mañana casi llegando al final de la media jornada, por fin sonó el timbre y llegó el primer cliente. Me invadían los nervios, pero pude superarlo. Esa semana ingresaron muchos clientes a preguntar los requisitos y algunos dejaban sus datos. Cada 10 personas el crédito se le otorgaba a uno solo ya que estaban en listas de acreedores o morosos incobrables, eran insolventes.

Una tarde se acerca una señora de la edad de mi madre. Al brindarme sus datos inmediatamente el sistema me anunció que no se le otorgaría ningún tipo de crédito, pero mi jefa, antes de que yo pueda emitir una palabra le dijo: «si parece que te lo van a aprobar, tendrías que depositar $500 para continuar el trámite y ver si lo podemos hacer efectivo». Quedé confundida, creo que nunca antes en mi vida había estado tan nerviosa. La señora quedó en volver al día siguiente para pagar lo solicitado ya que necesitaba el dinero para una operación, al menos eso fue lo que me dijo, y saludando muy amablemente se retiró.

Una vez solas, me miró y me dijo: » Esto es un trabajo no un lugar de beneficencia», yo casi sin saber que decir le pregunte si no traería problemas legales cobrarles por algo que sabíamos que no les podíamos dar y sin titubear me dijo : » No te tiene que dar lástima, si vienen acá es porque ya estafaron a algún banco, y teniendo deudas se quieren seguir endeudando, no se merecen que les tengas lástima».

Anonadada por la respuesta, pensé en mi familia, en el templo, en la escuela, en mis amigos, en Jesús y en la Cruz.

Rogaba que llegue el horario de salida. Unos minutos antes de retirarme me pago el día laboral y me saludó: «Hasta mañana» volvió a mirarme y me repitió pero en otro tono: ¿Hasta mañana? sin contestar sonreí y me fui.

En lugar de tomarme un colectivo camine varias cuadras hasta concluir que si los clientes eran estafadores o no, no era justificativo para que yo lo sea.

Así que finalmente volví a mi trabajo de empleada doméstica, el sueldo era mucho menor, pero la moral no tiene precio, por lo menos para mí.

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