La Segunda Guerra Mundial arrebató mi inocencia

La Segunda Guerra Mundial arrebató mi inocencia

Doña Lidia

15/02/2025

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Un niño perdido al intentar escapar con sus padres de un país invadido por fuerzas enemigas. Ahora prisionero de guerra, contaba los gusanitos y se los comía; tenía que sobrevivir. En poco tiempo vio malos tratos, golpes, muertes a manos de los enemigos. Aprendió malas palabras, vio violaciones y violencia. A sus cortos ocho años había visto más que de lo que debía y él ocultó bajo el catre, recordaba y sacudía su carita intentando espantar esos recuerdos. Pasaron varios años, la vida seguía siendo la misma y peor a veces no había gorgojos que comer y con sus dientes raspaba la madera del catre buscando quitar esa hambre infernal que se lo comía por dentro. Un explosivo estruendoso, lejano, se oyó, nadie sabía que era eso, pero los carceleros enemigos de otras tierras y rostros; huían. La mayoría de los prisioneros famélicos, enfermos, vieron la oportunidad de escapar, muchos corrían, los enfermos caían y los débiles esqueléticos no podían con su alma. Los más fuertes corren corren corren, como si se alejaran del diablo. El niño corre aún con sus pocas fuerzas alimentadas de aserrín, corre detrás de aquellos adultos que buscan escapar a donde sea. Ve caer uno a uno entre hombres y mujeres que no aguantan aquella carrera. En el piso, como si se les saliera el corazón, se les ven vivos, mueven sus ojos, respiran muy rápido como si se ahogarán. El niño corre sin detenerse y sabe que debe huir, sin ver atrás, sin pararse por nadie. Y llega a la ciudad donde se perdió por primera vez y vio el pase del enemigo y ahora ve el pase triunfal de los aliados. El parado en el medio de la calle solo los observa, silencioso, con su carita sucia, su cuerpo y ropas mal olientes, su mirada de tristeza y dureza a sus cortos diez años. Los soldados pasan y lo ven, uno de ellos lo carga y lo monta en la parte trasera de un camión que traía más soldados y ellos comparten con él barras de chocolate, pan, cambures y leche. A este niño se le arrebató la inocencia abruptamente sin piedad en una guerra sin sentido y solo por la ambición de unos cuantos, la vida de muchos fueron destruidas. La Segunda Guerra Mundial quedó en los recuerdos de la generación baby Google, como la más atroz y aberrante de la historia.

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