Después de terminar de tocar con su amigo, Ren decidió marcharse. Su amigo
le dio unas palmadas en la espalda antes de despedirse, pero Ren apenas
reaccionó. Su mente estaba nublada por lo que había visto en el parque. El
recuerdo de Mika con aquel chico lo atormentaba, y aunque intentaba distraerse,
la sensación de traición lo consumía por dentro.
Al llegar a su casa, cerró la puerta con llave y dejó su guitarra a un lado.
Caminó lentamente hacia su habitación, sintiendo cómo el peso de sus emociones
se hacía insoportable. Se dejó caer en la cama y, sin poder contenerse más, las
lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos. Nunca antes había sentido un dolor
así. No entendía cómo Mika pudo haberle hecho algo así, después de todo lo que
habían compartido.
Cuando las lágrimas se agotaron, Ren se levantó y caminó hasta el espejo. Se
miró fijamente, con los ojos enrojecidos y la expresión endurecida. Respiró
hondo y se dijo en voz baja, pero con determinación:
«Nunca más confiaré en nadie.»
Al día siguiente, Ren llegó a la escuela como siempre, pero esta vez algo en
él había cambiado. Su expresión era seria, su mirada fría. Se limitó a entrar
al aula y sentarse en su lugar sin hablar con nadie. Mika, ajena a lo que había
ocurrido, llegó con su habitual entusiasmo y se acercó a él con una gran
sonrisa.
«¡Ren, buenos días! Quería hablar contigo sobre…»
Pero Ren ni siquiera la miró. Simplemente tomó su cuaderno y empezó a
escribir como si ella no estuviera allí. Mika parpadeó, sorprendida, e intentó
de nuevo.
«Ren, ¿pasa algo? ¿Dije algo malo?»
Silencio.
Ren no respondió, ni siquiera hizo un gesto de incomodidad. Simplemente la
ignoró por completo. Mika sintió un escalofrío recorrer su espalda. Sabía que
algo estaba mal, pero no entendía qué.
Pasaron los días y Ren siguió con la misma actitud. No contestaba sus
llamadas ni sus mensajes. En la escuela, evitaba cruzar miradas con ella y, si
se encontraban en los pasillos, simplemente pasaba de largo como si fuera una
desconocida. Cuando Mika intentaba hablarle, él se limitaba a salir del aula o
sumergirse en sus libros.
Mika comenzó a angustiarse. Al principio pensó que tal vez estaba pasando
por un mal momento, pero después de cinco días de silencio total, empezó a
temer lo peor. Necesitaba saber qué estaba pasando.
Esa tarde, antes de que terminara la última clase, Mika decidió enfrentarlo.
Se acercó a su escritorio y, con un tono más serio, le dijo:
«Ren, por favor. Dime qué está pasando. No puedo seguir así, necesito
saber qué ocurre.»
Ren cerró su cuaderno lentamente y se puso de pie. Durante un segundo, Mika
pensó que finalmente le respondería. Pero, sin decir una sola palabra, Ren
simplemente tomó su mochila y salió del aula, ignorándola por completo.
Mika sintió un nudo en la garganta. Por primera vez en mucho tiempo, sintió
miedo. Miedo de haber perdido a Ren para siempre.
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