¿Importante noticia?

¿Importante noticia?

Jo Libud

14/02/2025

¿Importante noticia?

Sí, para mí. No creo que lo sea para el resto del mundo. Es que, verán, el 2024 no me resultó un año llevadero. Durante seis meses estuve aquejado de hemorroides y no tenía posición en la cual sentirme-sentarme-acostarme cómodo. Hasta lamenté que no fuese legal la eutanasia, tan cruel fue aquella tortura.

Ante esa adversidad me planté como suelo hacer cuando las cosas se dan torcidas, les hago pito catalán y trato de sacarles provecho. Hagan la prueba, en lugar de lamentarse den al “traste” (je, je, con eso ahora hasta bromeo) con los problemas, dándoles fuerte y de punta. Si el tiro va a las nubes, mala suerte. Pero si va al arco y el golero está distraído, puede convertirse en un golazo.

No, no pretendo decir que hice un gol, ni cerca; lo que realicé fue una novela. Posiblemente ni siquiera llegará a las nubes y terminará en la papelera del olvido. Pero no deja de llenarme de satisfacción, tal vez porque tengo buen humor y suelo conformarme con poco.

Lejos de vanagloriarme por el trabajo realizado, diré que de todas mis novelas es la que menos tiempo me insumió; bueno, también es la más breve. Las anteriores oscilan entre dos y cinco años de extenuante diversión (para mí, los lectores allá ellos) y 300 páginas, pues escribo solo porque lo disfruto.

El caso es que era tanto mi fastidio que no podía quitar las almorranas ni de mi mente ni de mi… bueno, allí donde suelen darse, y en mi caso con prodigalidad. Charlando con un amigo, le prometí escribir una novela de cien páginas en quince días, pensando en narrar mi vía crucis. Era un autodesafío; siempre mi lucha ha sido contra mí para demostrarme que puedo más que yo. A veces puedo.

Pero el vía crucis anal quedó plasmado en tres días y una decena de páginas, y yo me había desafiado a concluir una novela. Tuve la suerte de que, en medio de los dolores más intensos, contuve ciertos deseos de subir al coche y lanzarme a correr a toda velocidad. Fue entonces cuando una musa distraída se detuvo ante el auto mientras aún no encendía el motor y me insinuó la historia de Fabricio, un personaje de mi edad, con el mismo problema sanitario que yo, pero además con problemas familiares.

Él sí se largó a la aventura, dispuesto a no dar marcha atrás, a enterrar su vida pasada en un resentido olvido y hacer de su futuro una bolilla de ruleta. Lo único que yo hice fue ir siguiéndolo a todas partes con minuciosidad; ni siquiera lo empujé a nada, él solito se mandó su viaje.

Los días pasaban y el tiempo comenzó a acosarme, de forma tal que, entre saltitos en la silla, iba sorteando el malestar que me llevaba al borde del llanto y mis dedos tecleaban sin parar. Así se dio el caso de que a los quince días tenía lista la novela de cien páginas. Se la envié a este amigo para que se convenciera en forma definitiva de que cumplo mi palabra. No le gustó, a él no le gusta nada de lo que escribo y muchos dirán que razones no le faltan. Pero a veces hace observaciones interesantes que me ayudan a mejorar.

A no llamarse a engaño, era un esbozo articulado sí, pero con imperfecciones. Así que dediqué una semana en darle un pulido y luego, durante otros quince días, seguí sugerencias de dos o tres conejillos de indias de los cuales suelo abusar para probar el prototipo y ajustar la modulación. Estos no tan crueles como el ya mencionado. También aproveché para respirar atmósferas diferentes: tal cual acostumbro me puse a idear la carátula.

Luego de seis meses de espera, la mutualista que cuida de mi salud se dignó a realizarme una colonoscopia tras la cual, retirados los pólipos internos y externos que me torturaban, hace dos meses que he vuelto a ser Félix, perdón, (mi ego es pequeño, pero a veces me deja en offside) feliz, debí decir.

Hoy puedo anunciar –y digo bien, “anunciar”–, lo cual no implica en modo alguno “recomendar” ni “promocionar”, que el engendro de esos malditos seis meses de angustia ha sido publicado (auto publicado, no soy escritor, soy “autor”). Esa falta de especificidad me libra de ambiciones que nunca tuve.

Eso sí, pese a todo, siento orgullo al anunciarlo y dejar, a disposición de curiosos, masoquistas, gentes de dudosa ralea y lectores en general, los vínculos hacia esta novela que lleva el discreto título de “Un anciano, una puta, y una perra”.

Como soy un hombre de escasa fe, pero con mucho sentido común, dudo que tras leer esto alguien salga corriendo a buscar su ejemplar. No crean que me importa, no se sientan mal si no lo hacen, disfruten de la vida y al mal tiempo buena cara, esa es la consigna.

Antes de dar a conocer los vínculos de los ejemplares, en papel y en Kindle, quiero agradecer a los amigos Ricardo D´Ottavio y Emilio Colina por tener el valor de prestarse a sufrir la lectura de esas 170 páginas, avisarme de los errores que advirtieron en ellas y –son amigos, no tengan esto en cuenta–, felicitarme. Ya los invitaré a un asado.

Como salió hoy, ustedes tienen la primicia; es lo único que puedo ofrecerles como consuelo por tolerar toda esta cháchara. Y aquí están los vínculos, por si acaso es dudosa vuestra cordura:

Amazon – Kindle

En papel

https://www.autoreseditores.com/libro/28309/felix-acosta-fitipaldi/un-anciano-una-puta-y-una-perra.html

NOTA: El precio en papel es apenas superior al del libro electrónico y demora unos siete días en llegar.

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