Tío Lachi

Tío Lachi

Ana Luna

31/01/2025

4 Aplausos

35 Puntos

56 Lecturas

Cuando lo escuchaba llegar, salía corriendo hacia la puerta: «¡Tío Lachi , tío Lachi!». Él, sonriendo, me cargaba. Era muy alto y con él podía recorrer todas las lámparas de la casa, las tocaba una a una, empezábamos por la sala, el comedor, la cocina, los baños, los cuartos, hasta una muy arriba que había en el patio. Podía hacer lo que quisiera, halarle el pelo, tirar del bigote… A cambio, dejaba que su lengua jugara con la mía, yo solo tenía que sacarla bien.

Tío Lachi también hacía reír a mi madre. Se quedaba con nosotras varias noches por semana. Ella era costurera y cuando iba a ver a sus clientas, me dejaba con mi tío. Yo sacaba el jueguito de café, y, para mi alborozo, en las diminutas tazas, él servía café de verdad, con azúcar, y acompañado de algún dulce.

Algunos días, Tío Lachi me bañaba. Utilizaba mi toallita rosada y sus manos temblaban mientras la enjabonaba. Recuerdo que a veces, al enjuagarme, sus movimientos se volvían rígidos y terminaba echándose a llorar. Enterraba la cabeza en la toalla y me repetía: «Lo siento, lo siento mucho».

Fui creciendo y nuestra relación seguía siendo inusual. Algunas noches me despertaba al sentirlo en mi cama. Él me hacía shhh, shhh y me decía al oído que solo verificaba mi temperatura corporal.

—Sabes que no estoy enferma —le decía con firmeza esperando que abandonara, pero en vez de eso, me suplicaba al oído:

—Déjame, por favor, solo déjame.

Yo me volvía de trapo y lo dejaba hacer.

Un día, lo esperé despierta. Cerré los ojos para que no se diera cuenta. Se acercó a mi cama, se acostó junto a mí. Sentí su respiración entrecortada y su mano deslizarme dentro de mi pantalón.

—¿Por qué Tío Lachi, por qué? —le pregunté.

Sacó su mano de mi pijama como si lo hubiera cogido la corriente. Mirando al techo me respondió:

—No lo sé. Nunca lo he sabido. ¿Te hago daño? —me preguntó con ojos tristes.

Yo asentí y no pude evitar echarme a llorar.

—Perdóname, prométeme que me vas a perdonar, y nunca más vendré.

Salió del cuarto y yo seguí llorando.

Esa misma noche se cayó por un barranco. Algunos vecinos dijeron que se había suicidado. Pudo haberse caído o lanzado, da igual. Los dos cumplimos nuestra promesa. Yo lo perdoné, y él, nunca más me incomodó.

Puntúalo

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS