LA NIÑA SUCIA
Lucía vivía presa en una cárcel con barrotes líquidos donde se ahogaba. Se despertaba a media noche en un lago frío y amarillo sin poder hacer nada por remediarlo. Su cárcel se llamaba Enuresis y estaba situada en una ciudad carente de sentimientos.
– ¡Otra vez te has hecho pis, marrana! -decía su madre mientras la abofeteaba-. ¡Te he dicho mil veces que te pongas el despertador cada dos horas!
– ¡Lo hago, pero el reloj me llama cuando es demasiado tarde!
Lucía, escondía las sábanas mojadas debajo del colchón para que doña Rígida no las descubriera y así zafarse de las palizas.
– ¡No sólo eres una puerca, sino que, además, me tomas por tonta!
Las trenzas le crecían muy rápido de tantos tirones y sus brazos se tornaron verdes y morados. Un día Lucía escuchó a Rígida decir:
– Creo que nunca se va a curar, ya tiene quince años…
La niña sintió como todos sus órganos se disolvían en aquel líquido contenido en su interior y guardó en los bolsillos de su alma un dolor pesado como piedras y un secreto que la aislaba del mundo.
– Nunca podré enamorarme, ¿cómo podrá nadie quererme si me hago pis en la cama? Viviré siempre encerrada en el cuerpo de una niña sucia.
– Nena, ¿eres ya mujer? -preguntó su abuela.
– No.
– ¿Y tu madre no te ha llevado al médico?
Visitaron al doctor y a los tres días Lucía sintió entre sus muslos que la niña se había ido. Sin embargo, un año más tarde, la joven seguía sumergida en aquel lago nocturno que algunos días se volvía rojo, como si en el fondo descansaran corales.
– ¿Qué te pasa Lucía? Estás siempre trist.
– Nada.
– ¿No me lo quieres decir?
Y Lucía le mostró el espanto que escondía en los bolsillos de su alma.
– ¿Por qué no me lo has dicho antes? Se lo diré a mi padre, él es médico y podrá ayudarte.
– ¡No, por favor! si haces eso no volveré a tu casa jamás.
Desde entonces, la joven caminó ligera con sus bolsillos vacíos, abrigada con el manto de ternura que su amiga le había regalado. Las sábanas se secaron aquel mismo día y donde antes había un lago crecieron pensamientos de colores; ella los metió en su maleta y abandonó la prisión en busca de sueños.
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