¡A la hora que se escuchan esos truenos artificiosos que auguran el zumbido fulminante de los tiros! Como luciérnagas atómicas estallan por todas partes cuando la noche se ha fundido con ese momento a punto de soñar luego de quedarme dormido.  Tarea difícil con mi madre angustiada por la espera de esos truenos artificiosos, como si ya supiera desde el principio de su existencia que llegarían esta noche a nuestro hogar, solo que sin atinar la hora exacta.  Ella siempre tan misteriosa y enigmática para esas absurdas trivialidades de la guerra entre compatriotas.  

Apenas tuve tiempo de arrojarme de la cama cuando ésta comenzó a crujir por atravesarse en las trayectorias de los proyectiles, para arrastrarme hasta llegar a su lado y poder abrazarla; pero ya no estaba en su cama.  Alcancé a ver su silueta con el llanto más atroz huyendo del cuarto hacia la cocina y la seguí con el entusiasmo de los perdidos cuando los encuentran, dispuesto a consolar su llanto con mi mejor esfuerzo de niño.  Entre los platos y los pocillos quebrándose, su silueta llorando volvió a escabullirse por la puerta que conduce al patio.   Apenas logré atravesar la cocina entre los estallidos de los trastes y los muros agujereándose, para ver su silueta escabulléndose de nuevo entre las materas del patio hacia ese escondrijo detrás del tanque del baño donde suelo esconderme de sus fueteras.   Tal vez se acordó de mí en ese momento de peligro y fuga; pero se le pasó que es tan estrecho y recóndito entre las telarañas reunidas de generaciones sinfín y los hongos de su naturaleza de rincón, que no cabemos juntos.        

La espero afuera con una tristeza en el alma por su llanto que se desborda como un torrente incontenible.  Los rayos que centellean en el cielo nocturno la iluminan en su total decrepitud de mártir santísima cruelmente atacada por un delirio espantoso.  A pesar de este dolor tan grande no logro llorar ni que me escuche.  Ahora tan solo me siento flotar en un etéreo y basto vacío donde únicamente la escucho quejarse y rezar entre los truenos.      

             

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