Existía en un lejano país, un hermoso jardín que crecía a la orilla de una granja campesina.
En aquel bello y florido jardín crecía toda variedad de flores, desde rosas, azucenas, margaritas, lirios, begonias…
Pero una fragante y primaveral mañana, en el jardín floreció una florecita que tenía un solo ojo. Y todas las flores del jardín se sorprendieron.
Y todas las flores estaban asustadas de sentirse miradas por la florecita que tenía un solo ojo.
Entonces como no dejaba de mirarlas, fisgona y extrañada, la llamaron «La Mirona».
«La Mirona» creció con su descomunal ojo esa tarde calurosa.
A veces se sentía triste y afligida, por ser la única florecita que tenía un solo ojo.
Pero también comprendió que con su ojo veía el jardín y todas las flores que no conocía.
Al crecer se volvió más alta y guapetona.
Y ya era la envidia de todas las flores del jardín que eran medio ciegas.
Con su ojo podía ver el jardín, el largo camino y la granja campesina.
Pronto los dueños de la granja se percataron de su belleza.
Y la sembraron en una maceta, y la colocaron como adorno dentro de la casa.
Allí vivió feliz mirando con su inusual ojo los objetos de la casa y conociendo a los dueños de la granja.
Y se convirtió en una flor preciosa, cuidada con amor y dedicación.
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