Corrió pensando que lo lograría, porque estaba eufórico,
nada podía detenerlo.
Sin duda lo lograría.
Pero se cruzó con ella, aquel ser perfecto y divino que se convirtió en todo, en su todo.
Que cruel fue el destino al pensar que sería lo mejor para él encontrarse con tan divino ser.
Porque al estar con ella, se olvidaba de los problemas, de los miedos y de sus defectos.
Pero también se olvidó de su pasión, lo que lo impulsaba a más.
Por eso cuándo ese ser divino desapareció, todo se nubló.
Alegría, amor, nada quedó.
Solo un corazón roto y un sueño frustrado, porque pensó que no necesitaría nada más con ella a su lado.
Pero…¿ Y ahora qué?
No estaba ella y sin ella todo había cambiado.
Fue tan cruel para su corazón, que lleno de amor se entrego sin esperar este dolor…
Este sufrimiento tan abrumador ya no podía superarlo, deseaba que nunca hubiera comenzado.
Deseó y deseó lo mismo en cada momento que pasaba…
Desearía no haberla conocido.
Desearía no haber chocado con ella ese día en el puente, desearía no haberla detenido y haberle entregado tan encantador brazalete, desearía no haberme hipnotizado con aquellos ojos afelinados ni haberle dicho que fue el ser más hermoso que había apreciado.
Desearía que ella me hubiera ignorado, que no me hubiera sonreído tan dulcemente mientras yo quedaba embobado.
Desearía haber huído lejos cuando ella muy segura de sí me invitó a tomar un café, desearía no haber sido tan tonto y negarme a pasar un minuto más con ella y su bello cabello parecido al anochecer.
Desearía que hubiera caido un rayo aquel día en que la miré y le dije sin miedo alguno «me gusta, usted».
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