«Todo el mundo debería creer en algo. Creo que voy a tomar otro café.» Groucho Marx

PROLOGO

Parecía fácil y sencillo saltar de un lado a otro. Se sentía ágil y liviano. Llovía como si fuera el último día del mundo. Una brisa cálida y densa penetraba por cada poro de su elástico y dinámico cuerpo. Miró a la distancia y la vio. La montaña abriéndose en dos, dando lugar a un portal… Luego silencio y oscuridad. La lluvia cesó. Un rayo de luz, a lo lejos, simulaba una inmensa lejanía; era como la eternidad, intensa en todo su esplendor… Tras un gran salto, entró. ¡Bravo! Sombras esponjosas. Luces líquidas. Parecían caerle encima. Le envolvían en una emoción suave lavandole de todo aquello que ya no necesitaba. Calma y profunda tranquilidad. Una copa grande y maciza allí, en mitad de nada. Absorto en todo ello y casi sin darse cuenta, una sombra grande con ¿dos cabezas? se acercaba cada vez más queriendo sorprenderlo en medio de su viaje. Intentó moverse pero aquella cosa desprendía un aroma agradable que nada tenía que ver con su aspecto deforme y aterrador. Algo hacía que quisiera quedarse ahí mismo. Del silencio brotaba un sonido constante y vibrante que entraba en su cuerpo en forma rítmica y circular. OMM, AUM…Le recordó al tronar de los barcos cuando zarpaban a alta mar. El monstruo de dos cabezas iba a por él. Sólo estaba a unos pocos centímetros. Parecía alcanzarle ya…

Y entonces surgió aquel ruido estridente en su cabeza. Una y otra vez. Su corazón salió y entró de su pecho incontable veces. Desbocado. Como intentando hallar otro sitio donde recobrase su naturaleza amorosa. Un ruido continuo, repetitivo y con sabor a vainilla….

Riiinngg. Riiinngg. Riiinngg…. El teléfono llevaba sonando los últimos cinco minutos.La casa estaba en silencio y eso hacía que el eco sonara más fuerte. Riiinnngg…Riiinnggg..rinnngg. Sobresaltado abrió los ojos y atendió la llamada. Agradecido de que aquella cosa sin forma estuviera en otro lugar, lejos de él y de su mundo.

-¿Hola?- su voz sonó ronca y desorientada. ¿Era de día? ¿Era de noche? Había poca luz en la habitación. Otro sueño… Carraspeó y volvió a hablar, esta vez con más firmeza y claridad. -¡Hola!

-Hola – al otro lado del teléfono una voz de hombre que parecía estar apurada. De fondo podía oírse un bullicio abarrotado entre ruido de motores y gente hablando. -¿Oiga? ¿Es la casa “Montaña Blanca”? – hacía un esfuerzo por pronunciar bien cada palabra. – Con la dueña, por favor. Es urgente.

«Sí, eso era lo único que tenía claro», pensó.

-Ahora mismo no – dijo. -Puede dejar su mensaje y le llamará a la brevedad.- Fue lo primero que se le ocurrió, como aquellos mensajes grabados por las máquinas “ahora mismo no podemos atenderle, por favor deje su mensaje y lo llamaremos a la mayor brevedad posible”.

Pensó que alcanzaría con aquella respuesta, pero se equivocó. Aquel hombre empezó a hablar de todas maneras. Sin nombre. Sin nacionalidad. Sin importar quién era en realidad el que estaba al otro lado de la línea telefónica. Hablaba sin ningún tipo de sentido, al menos nada que para él tuviera significado. Aquella persona tenía algo urgente que comunicar. Y por lo visto nada lo detendría.

Otra vez se equivocó. Poco fue lo que logró decir con claridad el personaje en cuestión cuando de repente oyó un fuerte ruido hueco y seco. Luego otra voz apareció a través del tubo.

– Hola, hola- decía sin parar y sin obtener respuesta alguna. Algo hizo que recordara la figura sin forma del sueño. Un escalofrío atravesó su cuerpo. Tu-tu-tu- tu- tu. El tono ocupado dio por finalizada la extraña llamada.

¿Qué fue lo que había pasado? Aquel sonido le había sonado a golpe. Aunque eso no tenía mucha lógica. ¿Un golpe? ¿Por qué? O mejor aún: ¿para qué? ¿Y si al final todo era producto de su imaginación? Luego las voces. La primera,con acento extranjero e intentando explicar lo que fuera en español. Tenía algo de familiaridad, algo que le hacía sentir seguro, aunque la urgencia le transmitía cierta inquietud. La segunda, también de un hombre, era una voz elegante y clara, pero no había en su tono nada que le transmitiera familiaridad.

Otro escalofrío hizo que se diera la vuelta. Nada. Silencio. La casa seguía vacía. No habían regresado aún.

Fue hasta la cocina y se sirvió un vaso de agua sin soltar lo que tenía en la mano. Estaba oscureciendo. Miró hacia abajo, Martín se había quedado dormido con aquello entre sus manos. A simple vista sin importancia, aunque sabía con certeza que tenía que ver con lo que deseaba encontrar. «Todo lo que estás buscando, te está buscando a ti también», recordó las palabras que alguien pronunció, a saber en qué contexto, pero que le venían como anillo al dedo. A veces, sin ningún tipo de intención previa, aparecía una voz en su cabeza que le guiaba y ayudaba en sus cosas. Siempre la escuchaba y siempre acertaba. Un día se le ocurrió ponerle nombre y la llamó NitraM, así era más divertido. Podía hablarle y hasta echarle la culpa a “alguien” si algo no salía bien.

En su cabeza resonaban algunas partes sueltas del mensaje: “Es uno. Todo. Símbolo de hermandad. Refleja la luz del sol. Es necesaria la gestación de una acción. Hay que ir. Ve.”

Agarró lápiz y papel y dibujó la montaña. «Allí había algo importante» se dijo para sus adentros. Tendría que descubrirlo.Terminó y lo observó durante un rato largo. Luego lo puso junto con los otros dibujos. También los había dibujado impulsado por su voz interior, que creía que tenían relación entre sí.

El día de su cumpleaños, hacía una semana, había encontrado una caja que parecía estar hecha para él: pintada con colores primarios (sus favoritos) y dibujados con figuras geométricas de proporciones perfectas. En medio llevaba dibujada una manzana (también, su fruta favorita). Era una manzana simétrica, estaba abierta al medio y su centro se veía armonioso y equilibrado. Aquel dibujo lo había dejado como hipnotizado. Y entonces la abrió y lo vio. Deslumbrante.

Salió a la terraza, era la hora del día que lo transportaba a otros mundos.A lo lejos observó cómo desaparecía el último halo de luz. Cerró los ojos y tras una respiración lenta, inspiró generosamente el aire cálido del verano llenando por completo sus pulmones. Contó hasta siete y aguantó. Y mientras lo hacía, se imaginó cómo ese aire iba expandiéndose por cada parte de su cuerpo: pies, piernas, cintura, manos, brazos, cabeza y pecho (a veces cuando hacía esto veía colores de mucha intensidad). Y cuando ya no aguantó más lo liberó, con suavidad, experimentando fuerza y seguridad. La experiencia final siempre lo llenaba de energía. Con ella podía sentir el poder de la Creación.

Cada atardecer despertaba en él el recuerdo de algo superior.

Volvió los pensamientos hacia la llamada. «¿Quién más podía saber el nombre de la casa?» Durante algunos años hubo un cartel con la inscripción, pero se lo había llevado el viento en un gran temporal. Poco se acordaba ya de aquello. Eso sí, estaba totalmente seguro que estaba en otro idioma. Y, además, que estaba relacionado con su padre.Su madre no quiso poner otro, decía que siempre había una razón para todo, aunque no lo entendiéramos en ese momento. Y ahí había quedado el tema, hasta el otro día que, estando en su cafetería preferida, se topó con un curioso anuncio en el periódico local que decía: “Buscando a montaña blanca”. En aquel momento no se le había cruzado por la cabeza la casa, tan solo rió. Se había imaginado a un pequeño hombre con sombrero al estilo cowboy en busca de un montículo de tierra blanca y se lo había comentado a su amigo con cierto sabor gracioso. Punto final.

-¡Alto!- lo dijo en voz alta. Ahora que estaba recordando ese momento exacto, se dio cuenta de que al leer aquel peculiar anuncio la cara de su amigo se había transfigurado. Por supuesto se había reído, como siempre solía hacer ante sus ocurrencias, pero la expresión de sus ojos no habían proyectado ninguna emoción de alegría o diversión, más bien lo que habían expresado fue miedo y preocupación. No lo había registrado como tal, hasta ese momento.

¿Y si el que hizo la llamada fuese el que puso el anuncio? O quizás peor, la otra voz fuera quien lo hubiese puesto… ¿Podría estar en peligro? ¿En quién confiar? ¿Y si la caja también estaba relacionada? Ahora podía ver con claridad que no era una caja cualquiera, y que probablemente tampoco fuera para él. Simplemente la había encontrado en aquel viejo y vacío armario. Abriéndola por impulso, guiado por su curiosidad y sin pensar.

Volvió a inspirar en profundidad, concentrado en su memoria. No era la única que había. Había otra y sabía quién la tenía. La había visto por casualidad. No estaba ni siquiera escondida. Sonrió. Era como una especie de broma. Estaba tan visible a todos que era invisible. Por cierto, un gran escondite. Los últimos días habían sido algo extraños y había descubierto cosas que nunca antes hubiera pensado ni imaginado.

Sumergido en sus pensamientos, no se había dado cuenta que alguien había entrado en la casa. Giró sobre sus talones y lo vio…

PRIMERA PARTE

Siete días antes….

Tolon, tolon, tolon… Se oía a la distancia las campanadas de la iglesia. Cada mañana, aquellas campanas viejas y oxidadas daban comienzo al día. Aunque Martín creía que era sólo porque el monje que se dedicaba a tocarlas, se levantaba a esa hora. Siete de la mañana. Para él no tenía mucho sentido. La mayoría de la gente del pueblo se levantaba antes y aquel ruido lo único que hacía era asustar a los pájaros más despistados. Era la única vez en el día que sonaban.

El pueblo estaba situado al Noroeste de la Península Ibérica. Su límite más al Norte daba a unos acantilados tan pronunciados que si una persona miraba su profundidad, se decía que podía quedar atrapada en una especie de sopor y caer a las aguas frías del Atlántico Norte. En la antigüedad era un lugar ideal en donde había puestos de vigilancia contra los ataques de piratas. Ahora sólo quedaba un antiguo faro que anunciaba a los marineros que había tierra cercana. Nadie paseaba por allí. Parecía una estampa estática en el tiempo y en el espacio, salvo por aquellos animales del bosque que agradecidos de no tener la intrusión humana, andaban plácidamente por todas partes. Delfox era ciertamente mágico, ciertas leyendas relataban historias donde gnomos, hadas y elfos convivían en perfecta armonía, protegiéndose unos a otros, dando vida a las plantas y flores del bosque. En la actualidad sólo los niños que creyeran en estos seres podían verlos; los adultos fueron poco a poco olvidándose de ellos, dejando de creer en la magia. Olvidaron su trabajo. Dieron prioridad a otras cosas. Martín creía en ellos. Y aunque no se lo decía a nadie él podía verlos.

Mientras la mayoría de los poblados cercanos crecieron de manera vertical, Delfox lo había hecho de manera elíptica. Siguiendo una constante. En él vivían varios miles de habitantes, de edades diversas. Es decir, había ancianos por supuesto, pero también muchísima juventud y niños. Había en aquel lugar una hermosa y cálida energía que la gente podía respirar.Y que atraía también a muchos turistas de todas partes del mundo.

La construcción más extraordinaria, si la veías desde arriba, tenía la forma de un pentágono perfecto. Estaba situada hacia el Oeste, y era la más cercana al bosque que llegaba a los acantilados. Se trataba de un orfanato. Único a 500 km a la redonda. Lo dirigía la mujer más anciana del lugar y a la que todos consideraban una sabia consejera. Adoraba a los niños. Decía que la luz que traían al nacer eran chispas de amor materializada con una misión que cumplir. “¡Cada vida es un milagro divino! Nada es casual” solía repetir cada vez que un niño era dejado allí. Luego entre sus brazos los niños encontraban el amor que les habían negado al nacer. Daba igual la edad, bebé o mayor, ella por igual protegía y enseñaba desde el amor más profundo.

Otra curiosidad del pueblo era que, en sus inicios, tenía tres centros médicos ubicados a distancias iguales uno de los otros, trazando un triángulo equilatero. Estaban identificados en el frontal con un símbolo: mitad luna mitad sol, envuelto en un círculo. Uno había cerrado sus puertas ya hacía mucho tiempo por falta de enfermos, y el edificio quedó como albergue para aquellos peregrinos de paso en su caminata hacia otros lares. Los otros dos restantes, seguían ayudando a que todos estuvieran sanos. Hacían campañas de cómo alimentarse de manera saludable, enseñaban técnicas de respiración, y el valor medicinal de las plantas.

Hacia el Este se podía divisar toda la zona de edificios, con una altura máxima de 3 pisos, incluyendo dos hoteles lujosos siempre concurridos. La zona de casas estaba ubicada hacia el Norte, no existía allí una igual a la otra. Una casa de turismo rural de grandes dimensiones, construida de piedra, delimitaba con el espeso bosque. Allí un sendero llevaba hacia los acantilados solitarios. Hacia el Sur, estaban las edificaciones más antiguas como la Iglesia, el Ayuntamiento, la Escuela y Correos junto con alguna que otra estatua, escoltando el paisaje que daba comienzo a los negocios de la zona céntrica y en medio un gran parque rodeado de altos árboles, con bancos y juegos para niños y adultos. La mayoría de la arquitectura del casco antiguo se conservaba intacta a pesar de los ataques históricos de los piratas. Se dice que su fundador Lukas King, hacia el siglo XVII, había sido un temible pirata que había logrado transformar toda su ira y ambición al enamorarse de una doncella del lugar, poniendo fin a una larga época de piratería. Trayendo la paz y la prosperidad.

El centro siempre estaba muy transitado por la gente del lugar y por los turistas que llegaban de todas partes. Los negociantes se respetaban unos a otros y todos tenían siempre lo necesario y un poco más para vivir y disfrutar de todo aquello que desearan. Había un lugar especial que Martín adoraba y visitaba cada día, era el Café del Centro, una edificación arquitectónica perfecta. Llevaba abierta sus puertas más de cien años. El sitio era acogedor, informal y elegante. De techos altos y columnas gruesas. La mitad de la pared pintada de marrón oscuro y la otra mitad con espejos. Muy amplio y muy bien iluminado. En una de las paredes del fondo, en la parte más reservada del café, había colgada unas cuantas fotos de personas conocidas entre políticos y escritores, incluso de actores muy famosos que habían ido a filmar películas por la zona. Sobre el mostrador, una gran lámpara de cristales transparentes llamaba la atención de los curiosos. El suelo había sido cambiado en su mayoría pero en un rincón de la entrada, hacia el lado izquierdo, aún quedaba un trazo del antiguo, y justo encima de él una de las mesas redondas tenía dos esculturas muy particulares: sentados de tamaño real, un hombre y una mujer uno frente al otro tocándose las manos. Él de cara afilada con ojos marrones muy profundos, pelo corto, bigotes y sombrero. Ella de cara más redondeada, pelo rubio recogido, con collares de perlas y un anillo simulando un rubí en la mano que sostenía la de él. Hay quien dice que eran una pareja de amantes, él espía de la Guardia Imperial y ella la hija de un comerciante, que se encontraban allí siempre a la misma hora. Una historia de amor fascinante que duró hasta que uno de ellos ya no regresó. A Martín le gustaba imaginar que de alguna manera, en alguna otra parte esas almas seguían juntas.

Historias apartes, aquel café tenía algo muy especial que hacía que los más intelectuales del momento se juntaran allí cada atardecer para tertulias que se extendían hasta la medianoche, hora en la que el café cerraba sus puertas. El servicio era muy bueno. Los camareros muy respetuosos siempre, eran los confidentes de muchas de las personas que por allí pasaban. “Compañeros del camino por momentos” solían decir. Sin duda, ellos daban vida al Café.

SINOPSIS

Delfox es un pueblo muy especial, con simetrías muy particulares. Todos sus habitantes parecen compartir una energía que hace que sus vidas sean armoniosas. Todos colaboran y se respetan entre sí, manteniendo el equilibrio entre la naturaleza humana más materialista y la naturaleza universal más amorosa. Martín, un alma noble y pura, es uno de sus habitantes más queridos. Todo a su alrededor tiene un halo magnífico y a la vez misterioso. La historia comienza con uno de sus sueños y la interrupción del mismo por una llamada telefónica dejandole un extraño mensaje que le abrirá el camino en una nueva dirección. Una llamada que cambiará para siempre su vida. A través de sus sueños y unas cartas con unos dibujos que nunca antes había visto, emprenderá sin darse cuenta un viaje hacia temas y mundos desconocidos. Un viaje centrado en la búsqueda interior que cada ser humano debería emprender en algún momento de su vida. Poco a poco irá adentrándose en lo fantástico. Cada carta le desvelará un paso hacia el siguiente. Las señales irán apareciendo y junto a su mejor amigo, irá descifrando los mensajes ocultos. Se encontrará con las dificultades más insólitas, que tendrá que superar para poder hallar la verdad. Guiado por una voz encontrará las herramientas necesarias para descubrir su destino. El dilema vendrá entonces ante éste conocimiento totalmente nuevo. Deberá enfrentarse al pasado y a sus miedos y tomar una determinación. Le resultará bastante difícil decidirse al final. ¿Qué hacer? ¿Continuar y cumplir con su sino? ¿O abandonar? Ya no era sólo él, la suerte de muchas personas dependía de ello.

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