Andaba Jesús junto a sus discípulos,
y al ver un perro, cayeron en asco.
Estaba aplastado por los vehículos,
estaba muerto, desnudo su casco.
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Mil ojos pasaban inadvertidos
como si nada estuviera pasando.
Pero el Maestro miró conmovido
lo que sus ojos estaban mirando.
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Brotó en su pecho luz de su pecho,
mientras sus amigos presto en el tranco…
el perro desecho muerto en su lecho
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soñaba un sueño dormido en un banco.
Pensó Jesús: «El camino es estrecho»;
«¡No he visto en mi vida dientes más blancos!»
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