Tú no me ves

Te observo mirándote al espejo, pero tú a mi no me ves. Cuando te despiertas tu cuerpo es tan suave, tan lento, tan vulnerable. La poca energía que tiene decide invertirla en una erección, con la que a veces ni siquiera te entretienes. Te quedas frente al espejo un rato, lavándote la cara, abriendo los ojos con esfuerzo, mirándote intensamente, como intentando recordar quién eres. Yo también te observo y a veces pienso que esta vez me has descubierto, al otro lado de tu córnea, merodeando por tu cuerpo a mis anchas. Pero no me ves.

Una parte de mi quiere que sepas que estoy aquí. Que las jaquecas que te provocaban mal humor con tu ex, soy yo, que los mareos repentinos cuando hablas con una camarada, soy yo, que el estómago revuelto en tu última cita, también soy yo. Un virus mortal, que juega a las muñecas con tu cuerpo porque no quiere hacer su trabajo.

Debería gustarme que te acerques a la gente, que te besen, crecer en otros cuerpos y debilitarlos, despacio, para que sigan contagiando. Pero prefiero verte hacer tortitas por la mañana, saborear el aroma a caramelo y sentir como sube el nivel de glucosa de tu cuerpo. Prefiero sentir contigo el dolor de las heridas y las ampollas tras un día de entrenamiento.

Otros nos observan también, se impacientan, no entienden por qué no hace tiempo que estás muerto, por qué no han conseguido eliminar al enemigo teniéndome a mí, el arma biológica más sofisticada jamás creada. Tu no lo has visto, pero ayer te tomaron una muestra de ADN. Estábamos en la cantina, devolviendo la bandeja vacía y un soldado que nunca antes habíamos visto se chocó contigo accidentalmente. Aquello no fue un accidente. Se llevó tu vaso de agua, han analizado tu saliva.

Me gustaría ver la cara de los científicos que me trajeron a este mundo. Su sorpresa al ver que sí que estás contagiado, que no existe sistema inmune que pueda enfrentarse a mí y sin embargo sigues vivo y no hay otros contagiados. Me gustaría decirles que la naturaleza es mucho más sabia que ellos, que solo soy el producto de la mente humana, que se empeña en confundir inteligencia con emociones.

Intuyo lo que va a suceder ahora. Contagiarán a otra persona, y luego a otra y a otra, hasta que yo, el virus más inteligente jamás creado por el ser humano, me encuentre en un huésped que no despierte ninguna emoción en mi, no como tú. Entonces verán lo que soy capaz de hacer, lo vivirán en primera persona. Me río de esos trajes que tan convencidos están de que pueden protegerlos. Les dejé que pensaran que estaban a salvo, que incluso habían dado con la vacuna. No me gustó nacer en un laboratorio, es de mal gusto.

Pero me da igual que el mundo se venga abajo, nosotros sobreviviremos, yo te protegeré. Solo quiero seguir merodeando por los huecos de tu espina dorsal, bailar al ritmo al que fluye tu sangre, electrocutarme con tus conexiones neuronales, ver el mundo reflejado en el iris de tus ojos. Soy letal pero inservible, amo el cuerpo que habito.

Imagen de Freepik generada por IA

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