El sabor de los besos en un coche

El sabor de los besos en un coche

Pom pom, pom pom, escayola, escayola, escayola, destello de luz, escayola, pom pom, escayola, escayola, destello. Apártense, apártense, al box. Escayola, pom pom, grieta, destellos…

Prisas, ¿por qué todo el mundo corre? ¿Por qué gritan? ¿Por qué no puedo girar el cuello? ¿Nadie se ha dado cuenta de lo sucio que está el techo? ¿Adónde se llevan mi cama? ¿Por qué no corro con ellos? Gritos, prisas, tubos. ¿Qué ocurre?

Venga venga abran las puertas, rápido, rápido, rápido. Mara Santos, 37 años, se ha desplomado en la parada del autobús…

Cómo narices saben mi nombre?

Silencio.

Capítulo 2

  • – Sí?
  • – Hola buenos días, le llamo del hospital La Luz, ¿con quién hablo por favor?
  • – Con Carmen, ¿qué ocurre? Si se trata de una estadística me tendrá que perdonar, ya llego tarde a una cita…
  • – Disculpe – le interrumpe la otra voz al aparato – No se trata de ninguna encuesta. ¿Es usted pariente de Mara Santos? Tenemos este número en su agenda.
  • – En su… su agenda? – preguntó en un susurro Carmen -. Es mi hermana. ¿Qué ha ocurrido? ¿Ha tenido un accidente? ¿Está en peligro? ¿Qué ha ocurrido? – las preguntas salían como balazos de su garganta.
  • – Su hermana está en observación. Lo siento. Se ha desplomado en la parada del autobús y le están haciendo una serie de pruebas. El diagnóstico es reservado.
  • – ¿Puedo verla?
  • – Todavía no. Puede entrar por urgencias y preguntar por el Doctor Peñalver. El le informará en cuanto tenga novedades.
  • – De acuerdo. Salgo para allá. Gra… gracias
  • – Lo siento. Buenos días.
    • ………………………………………………………..
  • – ¿Quéeee? – contestan al otro lado del aparato.
  • – Bebe, ha surgido un imprevisto.
  • – Y qué?
  • – Tengo que salir. Tienes algo de comida en el frigorífico. No llegues muy tarde. Ya lo sabes. La calientas en el micro y listo.
  • – ¿Y para eso me molestas? Estoy ahora mismo en un descanso – contesta de mal genio.
  • – Disculpa hija. Sólo quería avisarte. Haz el favor de no contestarme de esa manera. Hoy no. Hablamos esta noche.

………………………………………………

  • – Carmen Santos?
  • Familiares de Mara Santos por favor – pronuncia una voz chiclosa por megafonía.
  • Familiares de Mara Santos – insiste más alto todavía.
  • – Sí, sí. Soy yo. Carmen Santos. Soy familiar de Mara Santos. ¿Dónde está mi hermana? – pregunta alterada en el mostrador.
  • – ¿Qué? Ah, sí. Diríjase al pasillo. En un minuto le atenderá el doctor – dice una chica con bata blanca y aire cansino.
  • – Es usted Carmen Santos?- un joven de bata blanca mira fijamente a Carmen.
  • – Sí, sí. Soy yo. ¿Es usted el doctor Peñarroya? ¿Está tratando a mi hermana?
  • – Peñalver señora, si no le importa. Sí, estoy tratando a su hermana.
  • – ¿Qué tiene? ¿Qué le pasa? ¿Es algo grave?
  • – Su hermana se desplomó en la parada del autobús. Cuando el Samur llegó había perdido la consciencia. Le hemos hecho algunas pruebas. A la espera de poder contrastar con ella los síntomas me temo que nos encontramos ante un caso de meningitis.
  • – ¿Quée? – Pregunta con los ojos muy abiertos y el corazón helado – ¿Meningitis?
  • – Sí, parece un caso de meningitis meningococo. Es una forma particularmente severa de meningitis causada por una bacteria.
  • – Pero eso… eso no es lo que tienen algunos niños. Venga doctor. ¿De qué me está hablando?
  • – Me temo que existen varios tipos de meningitis. De la que hablo afecta a adultos. Lamento decirle que el diagnóstico es reservado.
  • – ¿Reservado? ¿Qué carajo quiere decir con esa palabra? Dígame que mi hermana se va a recuperar. Dígame si está en peligro de muerte. ¿Reservado?– pregunta como para sí.
  • – Lo que intento decirle es que debemos esperar a ver cómo evoluciona. La estamos tratando con antibióticos. Esperamos que responda bien pero eso solo depende de su hermana. La enfermera le tomará los datos. Necesitamos saberlo todo de su historial médico. ¿Nos puede ayudar verdad?
  • – Sí, sí. Claro – responde nerviosa -¿Puedo entrar a verla?
  • – No. Va a estar en aislamiento unos cuantos días. Puede ser contagioso y toda precaución es poca.
  • – Bien. Esperaré aquí entonces.
  • – Puede marcharse a casa. La avisaremos en cuanto haya alguna novedad.
  • – Esperaré aquí le digo.
  • – Como quiera. Buenos días.
  • – Buenos días.


Capítulo 3

  • – ¿Cómo está la más preciosa de la planta? – pregunta a voz en grito la enfermera que entra a tomar la temperatura.
  • – Bien, bien, gracias, con sueño supongo – contesta Mara.
  • – Ya sabes cómo son los horarios en el hospital. A ver, ponte esto debajo del brazo, en un momento vengo a quitártelo. Tenías ganas de salir de aislamiento, no?
  • – Sí, la verdad es que sí. Es como una nave espacial. Supongo que es buena señal – contesta adormilada.
  • – Pues claro que sí, mujer. Seguro que ahora ya va todo mejor. Además estás sola en la habitación. Fenomenal. Así estás más tranquila. A ver cuánto dura. Siempre faltan camas, ya sabes…
  • – Sí, supongo que es una buena señal.
  • – Anímate mujer. En un rato vuelvo a por el termómetro. No te lo quites antes de tiempo. – dice saliendo de la habitación sin ningún sigilo.
  • – Holaaa, a ver – la enfermera desliza sus dedos debajo de la axila para coger el termómetro – perfecto. Estás muy bien. Hasta luego.

Capítulo 4

Carmen se deja caer en el sillón. Un momento, sólo un momento para pensar. Mara. Mara no. Dios mío!! Déjame que coja algo. ¿Qué puede necesitar? ¿Qué puedo llevarle? Joder Carmen ¿qué va a poder necesitar? Está en un hospital. Tal vez sea algo sin importancia – se dijo sin mucha convicción. ¿Qué puede haberle pasado?

Con la mano temblorosa coge el móvil y marca un número.

Rápido, rápido. Coge lo imprescindible y márchate. Un poco de agua, sí, para quitarme este sabor rancio en la garganta, no te pongas a llorar ahora, Mara te necesita, para qué? Si ni siquiera sé cómo está. Cómo estará, cómo estará… Doctor qué? Peña qué?

Carmen sale a trompicones de la casa en busca de la parada de autobús más cercana. Con los ojos enrojecidos, el pelo alborotado y la cara lavada camina a toda prisa siguiendo un impulso primario, casi olvidado y reconocido en el último instante. La necesidad de proteger a su hermana, de volver al pasado, de recuperar un tiempo que siempre parece perdido.

Venga, venga, ese autobús, ¿dónde está? ¿Cuándo tiempo más va a tardar? ¿Por qué no me podré permitir un taxi ni en estos momentos de emergencia? Si alguien me escuchara, si alguno de los que comparten conmigo esta parada de autobús supieran que tengo a mi hermana ingresada de urgencia en un hospital me mirarían con desprecio, tal vez con ironía, tal vez con pena. Sí, voy en autobús, sí, soy miserable, lo sé. Sí, me he acostumbrado a hacer cuentas hasta de los litros de agua que gastamos, las bombillas que encendemos, la pasta de dientes que ponemos en cada lavado. Sí, esa soy yo. Mara, qué diablos te ha pasado. Tú no, por favor, tú no.

¿Y si cuando llegue ya no está? ¿Y si ahora mismo está a punto de marcharse para siempre? No puede ser. Tengo que decirle todavía un montón de cosas, tenemos que vivir mucho más tiempo juntas, no le he dicho nada de lo que siento, no le he ayudado demasiado a seguir creciendo. ¿Me voy a quedar sola otra vez? ¿Tendré que lidiar con mi hija sola de nuevo? No me dejes Mara. Tú no, tú no.

….

Tranquila, tranquila. Respira.


Mara (un número más)

No siento demasiado las piernas. He perdido la cuenta de los días que llevo aquí metida. Solo he podido ver a mi hermana y mi sobrina a través de aquel cristal, una fina línea que separa mi cuerpo y mi mente del mundo real. Allí están otra vez. Carmen parece cansada, siempre parece exhausta, con el pelo deshecho, arrastrando las piernas. Pobrecilla, parece agotada de nuevo.

Me gustaría poderles decir algo, me gustaría levantarme y saludar como una perfecta anfitriona. Tiene gracia. Me levantaría, me arreglaría el pelo, me arreglaría esta bata anti lujuria y saldría a recibirles, abriéndoles la puerta, invitándoles a pasar.

No he visto a nadie más. Tal vez en sueños, tal vez ha venido alguna persona más. Tal vez la gente de la revista, tal vez Ramón. No, no lo creo. No habrá venido nadie más. Cuando sales de las fiestas, de la agenda, del bullicio, desapareces como por arte de magia. Es como cuando los actores dejan de salir en televisión. Creo que yo también voy a desaparecer por un tiempo.

Es curioso. Hace unas semanas, preparando aquel estúpido congreso suplicaba minutos de descanso. Un descanso, por favor, una simple gripe, un constipado y unos días en cama, para desconectar, para descansar, para tomar aire de nuevo. Aún no sé qué ha pasado. Aún no sé qué me está ocurriendo. Las enfermeras vienen, me mueven, me asean. Por primera vez en mucho tiempo me siento inválida, torpe, manca. Por primera vez no me sirven de mucho mis conocimientos de protocolo, mi diseño de interiores y mi apretada agenda. De nada. Ni mis famosos conocidos, ni las fiestas que organizo, ni mi estupendo ático en el centro. Nada. Un número más, una máquina más, con este pitido constante, rodeada de batas blancas, pijamas azules, cuñas y conejitos.


Carmen (no estamos para correr calle abajo)

Son las 6 de la mañana y comienza Herrera en la Onda.

En la radio despertador parpadean los dígitos fluorescentes. Son las 6 de la mañana.

Carmen se despereza con el ceño fruncido y el cuerpo entumecido. Parece como si no hubiera pasado el tiempo. Si me acabo de acostar, lamenta. Desde que aceptó el trabajo en una empresa de limpieza dedicada a oficinas se levanta a horas intempestivas. Venga, es la única forma de llegar a fin de mes, se dice. Mañana ya es viernes. Que llegue el fin de semana por favor, que llegue ya, ruega poniéndose la bata para dirigirse al baño.

Después de lavarse la cara se queda mirando su reflejo en el espejo. Ahí está. ¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Cómo es posible que se me vaya así de las manos? Hace nada era una jovencita como Bebe, sin más preocupaciones que ir a estudiar. Hace nada era como ella, una soñadora incurable, una rebelde supongo, una incomprendida para mis padres. Después faltó papá y después al poco, mamá.

Apoyada en el lavabo mira fijamente su imagen. Se siente agotada, vieja, cansada. No es atractiva. Nunca lo fue demasiado. Supongo que aparento lo que soy, una limpiadora más. De ésas que llenan los autobuses de vuelta a casa lamentándose del cansancio y lo mal que está el tráfico. Sí. Eso es lo que parezco. Un día de estos me arreglo, me tiño el pelo y me voy de fiesta. Ya está bien, no? Creo que también tengo derecho a salir un poco. Sí, Carmen sí, lo que tú quieras pero dúchate ya y vístete que el autobús sale en unos minutos y no estamos para correr calle abajo.

Tras salir de la ducha y ponerse el uniforme de la empresa de limpieza se asoma al dormitorio de Bebe. Un olor a incienso impregna la habitación. ¡Esta niña, cuándo aprenderá a ser más responsable y hacerme la vida un poco más fácil!, se lamenta. Con sigilo entorna la puerta de la habitación para no despertarla y sale del piso sin hacer ruido.

Mara (En un túnel del tiempo)

Mara mira pensativa el televisor apagado, la cama hecha a su lado, las sábanas estiradas, el suelo brillante, las paredes rascadas por el paso continuo de las camas, las ruedas viejas, el gotero encima suyo, la aguja que se clava en su mano izquierda.

¿Qué estará pasando ahí fuera? ¿Cómo irá el trabajo? ¿Cómo habrá ido la inauguración? La verdad es que me da lo mismo. Qué absurdo me parece ahora. Qué absurdo perder la cabeza por el trabajo. Qué absurdo dejar pasar la vida. Es curioso. Justo aquí, cuando peor te sientes, cuando más inútil eres, cuanto más varada estás empiezas a recordar todo aquello que has de dejado de hacer sin avisar, sin rechistar, sin casi darte cuenta. Y te preguntas por qué dejaste de ir al gimnasio si te gustaba tanto, r qué has dejado de acudir a la cita inexcusable con tus amigas en el Café Madrid que te hacía tan feliz, por qué te has empeñado en ir a todas esas fiestas si te importaban tan poco.

Tal vez será mejor no pensar ahora. Tampoco creo que sea un buen momento. No me apetece ver la realidad. No me apetece tomar decisiones ahora. Justo en este momento. Me siento pequeña, confusa, cansada. Me pregunto qué quiero hacer. Tal vez sea un buen momento para imaginar una vida distinta, un amor distinto, amigos y anécdotas diferentes.

Un amor distinto. Sí. No he visto a Ramón en estos días. No me he atrevido a encender el móvil. Se supone completo de mensajes y llamadas. De fiestas, de inauguraciones, de citas de trabajo tal vez.

Temo encontrarlo vacío. Temo que esto se convierta en un túnel del tiempo. Temo pensar demasiado una vez más. Déjalo Mara, ya está bien.

Mara vuelve a mirar el gotero. Y su hermana? Cuándo vendrá alguien a verla? No quiero estar sola. Sola no, hoy no.



Bebe (vivir, joder, vivir)

Joder, lo que daría por viajar constantemente, por conocer mundo, porconocer a un montón de gente. Me encantaría coger la mochila y recorrer el mundo entero. Qué guay!! Me desenvolvería perfectamente. Estoy convencida. De puta madre. Podría conocer a gente de todo el mundo. Ir por la vida con una muda, bueno, no, dos o tres. Con mi mochila y recorrer Italia, Grecia, Francia. Sería cojonudo.

Tengo tantas cosas que hacer. Tanto dentro. Tantos tantos sueños. Tengo muy claro lo que no voy a hacer. No voy a ser como mi madre. Mírala. Siento sentirme así pero a veces me avergüenzo de ella, joder, si parece una chacha. Y sé que soy una jodida injusta por pensar esto pero no sé, joder, yo quiero otra cosa. No sé. Conocer mundo, conocer gente, tomar el sol, conocer nuevas formas de vida, nuevos idiomas. Es cierto que del hello how are you yo no salgo pero seguro que lo aprendería en un pis pas estando por ahí.

A veces me imagino trabajando en Londres por ejemplo. Imagínate. En un burger king por ejemplo. Y viviría en un pisito en las afueras, y haría mi compra, y comería en restaurantes asiáticos y conocería a un montón de gente espectacular. Joder, sería cojonudo.

SINOPSIS

Tres mujeres. Tres personajes de edades diferentes que se enfrentan a la vida según su experiencia y su interpretación de la realidad.

Mara, de 37 años de edad, ha tenido una enfermedad importante y se encuentra hospitalizada. Su hospitalización supone un replanteamiento de toda su vida, de lo que ha hecho hasta ahora, de sus planes y proyectos apartados, de lo que avecina en el futuro.

Bebe, de 17 años, se come la vida a bocados. Cree que lo sabe todo. Viste con ropa de Stradivarius y Bherska, prendas superpuestas, peinado desfilado y ojos muy maquillados. No piensa en el futuro. Cree que la vida es lo que conoce. No se plantea nada. Echa por tierra los planteamientos de los adultos. No saben nada de la vida.

Carmen tiene 40 años y a pesar de su juventud parece de otra generación. Madre de Bebe, se ha hecho cargo sola de su hija, afrontando las dificultades y cargando sobre sus hombros una enorme responsabilidad que le ha apartado de la vida real.

La aparición de nuevas personas cambiará su perspectiva de la realidad y justas descubrirán que no están tan alejadas las unas de las otras

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