Desde hace tiempo la polilla alza su mirada al cielo, observa al sol cada vez más cerca y con una luz mas intensa, como si iluminara a toda la humanidad, no puede dejar de observarlo, pensar en el la desorienta y la pone tonta, «esto es amor» piensa y se queda viéndolo boquiabierta.
Polillas amigas le aconsejan con seriedad —¡No te obsesiones! se saben de historias en las que el sol ‘hipnotiza’ a las polillas para que se marchen y no regresen.
—¡¡Sisi!!- dijo otra totalmente emocionada, —también se dice que al llegar hay un ritual donde polillas y otros solitarios, desafortunados e ilusos insectos se reúnen para cantar al rededor del sol a la espera de la lluvia acida o del demonio de seis ocelos.
—¿ que no eran cuatro ?- pregunto otra.
—No no, son seis -repetía con aires de sabiduría.
— yo pienso que son dos ocelos- opinó otra desinteresadamente.
— ¡No! son seis- repetía con impaciencia. —el de dos ocelos es el monstruo que hace llover acido- concluyo.
Mientras ellas discutían la polilla seguía observando el cielo…
Una noche paso algo extraño el sol brillo sin cesar como si fuera el ultimo día de la tierra, todas alborotadas sin saber que hacer disparaban en todas direcciones pero ella si sabia lo que tenia que hacer, no quería que se acabase el mundo sin antes estar cerca de su calor abrazador. Haciendo caso omiso de los mitos y consejos emprendió el viaje y rumbo a su anhelado encuentro comenzó a desorientarse, las alas no le respondían con normalidad
—esto es amor- decía la polilla, mientras se ponía tonta y cada vez se le hacía más difícil mantenerse firme en el camino.
—esto es amor- repetía y desaparecía…
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