En un antiguo bosque, lleno de árboles, aves, insectos y muchos animales, había una hermosa cabaña donde vivía una encantadora niña. Un día, su mamá le dio una canastilla y le encargó recoger manzanas y naranjas.
La pequeña niña, muy alegre, salió por la tarde al bosque y mientras caminaba encontró un gran árbol de deliciosas naranjas. Muy hábilmente, trepó y trepó, y hasta muy alto llegó. Abrazada de unas ramas, recogió varias naranjas; algunas las guardaba en su canastilla y otras se las comía.
—¡Ay!, qué deliciosas naranjas —decía ella.
Luego de haber llenado su canastilla y comido varias naranjas, se recostó sobre las ramas del árbol para descansar. Estaba durmiendo plácidamente cuando, de pronto, unas brujitas llegaron volando en sus escobas.
—Jijijijijiji —decían.
Bajaron una a una y, haciendo una ronda, se pusieron a cantar:
—Lunes y martes y miércoles tres, lunes y martes y miércoles tres, lunes y martes y miércoles tres.
—Oh, qué bonita canción —murmuró la niña, mientras observaba todo desde la rama del árbol.
Las brujitas reían y se divertían; jugando a la ronda, cantaban la misma canción:
—Lunes y martes y miércoles tres, lunes y martes y miércoles tres, lunes y martes y miércoles tres.
De pronto, se escuchó una voz muy bonita que decía:
Jueves y viernes y sábado seis, jueves y viernes y sábado seis.
Las brujitas, al oírla, pararon de cantar y preguntaron: —¿Quién cantó eso?
En ese momento, la niña del árbol asomó su cabecita y les dijo: —Fui yo.
Al verla, las brujitas sorprendidas le pidieron que bajara. La niña bajó, y las brujitas le dijeron que les había gustado mucho su canción y la invitaron a jugar a la ronda.
La niña, muy alegre, aceptó y todas, formando una ronda, se pusieron a cantar:
—Lunes y martes y miércoles tres, lunes y martes y miércoles tres, jueves y viernes y sábado seis, jueves y viernes y sábado seis.
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