Maravillas en el contenedor de basura, escrito en negro, delante del Pepe Botella. La Plaza del Dos de Mayo, los pájaros sin volar. La mujer sentada en la puerta del Día, cerrado. Maravillas, nuestro barrio. Parece que hace más y no hace tanto: paraguas en mano apareces, la obligación de compartir, mojarte, fumar sin fumar, protegerme. Demasiado bueno para ser verdad: una foto. Subo por San Andrés como entonces, la pintada. Familia de esqueletos encima del Ojalá: De tanto abrazarse… Doy vueltas a lo mismo y llego a casa como entonces pero sola.

He estado a punto de llamarte, me han cogido en un casting por el pelo. Me equivoqué en los diálogos, tuve que declararme a un tipo. Se parece a ti en el lunar. He querido pedirle permiso para tocárselo. No lo he hecho. Luego unas palmadas, unos pasos atrás, un baile de esos. Hablé con tu foto, que me diera suerte. Tiene el rojo puesto. Dejé un beso colgado en un trozo de papel del mueble de nuestro baño, que se airee mi boca. Ahora cabe todo, todos los zapatos que no uso, siempre los mismos cómodos rotos. Tengo que comprarme unos y una cartera. Odio cambiar de zapatos y de cartera, lo sabes. ¿Lo sabes? Pero están rotas las dos cosas. Se está despintando el león del llavero y el trébol de cuatro hojas me responde a veces, me dice que estás con tus padres, en el norte, o aquí al lado y no te veo.

Creo que no he adelgazado aunque Marisa diga que a este paso podré usar de falda una loncha de chóped de las que pongo. Hace tiempo que nadie me mide la carne. Lo intento yo, rodearme. También lo de mirarme al espejo como las primeras veces, para quedar contigo al llegar a casa. Actúo bien en la calle, en el trabajo, pero aquí… ¿Por qué te hablo? He probado a cambiarte de nombre, ponerte el lunar entre las cejas y estrujarlo como una espinilla entre mis pulgares. El recuerdo es pus y escuece. Escueces, justo aquí. Maravillas, nuestra casa.

Huele a curry. Los vecinos cocinan, ponen la tele, bajito, preparan la mesa y hablan. Luego, la cama.

No sé si el agujero del zapato se verá cuando me descalce. Hay una escena en la que me desnudo, con el pelo liso y suelto, me lo he planchado, me han cogido por eso, no por pelirrojo ni por mi moño. Me llamarán, dicen, seguro, y me dirán cuándo empezamos.

No sé si he perdido todas las tetas. Y yo te decía tócame y te ibas. No era ahí. El papel es de ninfómana (en tu idioma). El director es maricón (en tu idioma) y creo que también mi compañero en la serie. Compañero: son más de dos capítulos esta vez. Y puede que te venga bien el horario, que no trabajes y puedas verme si me preguntas qué tal. Me quedé esperando, pensaba que lo harías, era importante, era teatro. Fue bien pero no me cogieron. Me han cogido hoy y he estado a punto de llamarte cuando he sacado el móvil para apuntar el de la productora, que ya me llamarán, dicen. Fijo. Y luego me he acordado de que ya no puedo llamarte y he molestado de nuevo a Marisa y le he dicho que todo bien, que ya me llamarán, que bien pero que no puedo llamarte para contarte porque hice el juramento, me obligaste, de por mis muertos en mi puta vida nunca más molestarte.

La china sigue sin darme las buenas noches ni los buenos días. Solo le caías bien tú. Aprendo a hablar de ti en pasado. Digo que eras rubio, verde bajo la bombilla del fotomatón, azul en los bares en los que no he trabajado, pocos. ¿Sigues teniendo los mismos besos? Supongo que ya habrás encontrado otro grifo del que beber. Sigo eligiendo amistad pero no sé cómo se vive sin ocupar la boca. Ahora que no fumo, me meto el dedo en la cama. Tú tienes menos agujeros que tapar. Hasta en eso sales ganando. Y el de la boca te da lo mismo porque… eran secos, no sé si al final o siempre. Por eso te hablo, no sé si me ha salido bien la escena, y por lo del curry, apesta, como las últimas veces. Sí, igual, quizá peor. Ven y lo compruebas.

No es que quiera que vengas, molestarte, solo explicarte pero no oyes. Si te quisiera no estrujaría latas de Coca-Cola con tu nombre ni la china me regañaría ni tendría que comprarlas para tirarlas y ver cómo te ríes de lo absurdo, de mí. Puta china. Un moreno. Tendría que haberme buscado un moreno, un sevillano, un hombre de verdad, de la tierra, hacer caso a mi madre por una vez. Pero apareciste y me miraste, y mírame. Soy la mejor cuando estoy sola, me digo. La mejor. Muy macha, de toda la vida, no te conté porque no quisiste. Soy la mejor cuando estoy sola pero no estoy sola en la escena, bueno dos, dos escenas, dos capítulos, dos días, dos episodios… Compañeros, somos compañeros. Estoy con otro que no me conoce y tiene que besarme y no he sentido nada porque lo ha hecho ya. ¿Lo ha hecho ya? No lo sé. Lo juro por el león del llavero y por tu foto de carné. ¿Estás? La casa sigue igual aunque algo sin forma ha crecido. Las paredes no abrazan. Tus besos eran secos pero me conocían.

2

Creía que era sin alcohol. No es bueno beber con sed, he cogido la cerveza equivocada. Suena Goyeneche, piantiao, piantiao. A los vecinos les ha dado por oír tango. Una cerveza y dos yogures: esa es mi cena. Tengo frío. Siempre pasa con el alcohol, es como el chocolate. Cuando como chocolate entro en calor, luego se me pasa y tengo frío. Igual que la cerveza. Mañana. Mañana seré yo quien ponga las canciones y haga el ruido de muelle. Pero la noche nunca me deja. Me dejé la luz encendida del baño esta mañana. El próximo mes no sé si llegaré. No me han llamado los del casting. Y mejor porque no podría haber respondido y habría parecido falta de interés. Eso piensa mi jefa, verá mucho que trabajo por dinero, aunque no respire, que no sé hacer otra cosa que partir pizza.

En el buzón había publicidad de pizza, también, me persigue, como las que doy en La gente del sí pero enteras. Todas son demasiado grandes para una. Yo. Grande. Sí. Estoy por volver a comprarme Petit suisse y sesadas. Leche y proteína para crecer y montar mi propia productora y mandar a tomar por culo todos los bares: La gente del sí. Bonito nombre, por qué no dejas el Pepe Botella y tenemos más tiempo juntos, pelirroja, ahí seguro que no se trabaja entrada la noche y yo todavía apenas tengo guardias y las que tengo las dejaré, por ti, pelirroja, dejo todotodotodo… Bonito nombre, sí, pero con lo bonito no se come. Lo aprendí de ti. Si hubiera estudiado ciencias, Madre.

No puedo pensar con tantas burbujas en la barriga y me hago pis y no quiero ir sino quedarme en la butaca. Pero si no voy luego me despertaré a media noche y ya no podré dormir y estaré reventada para todo el día de mañana y mi jefa verá de nuevo mi falta de interés y me repetirá el nombre del sitio para el que trabajo. Frío. La manta lejos. Creo que alguien se ha dejado la puerta abierta del cielo esta noche otra vez.

3

Suena Under my skin. Under my skin… Qué va. Vienen nuevos. Vienen. Repito. Mi febrero sola. Ya lo creo que sí. Como la canción. Antes venías con las gardenias, y dijiste que no me acostumbrase. Desde luego que no, no te preocupes. ¿Qué se deja para después cuando el listón es alto? Bueno…, alto. Es un decir. Poca originalidad la tuya. Promete poco, da mucho. La radio ha cambiado de canción y la cacerola hace pompas. Cuezo calabazas, puedo echarle un poco de lechuga o guisantes, una ensalada con todo lo que sobra. Haré eso con los hombres. Los hombres que me miran no son los que miro yo. Los que miro yo no existen porque no son hombres sino contenedores, frigoríficos, un helado con todo lo que sobra y tú. Estás en todos los gestos imbéciles.

En mi frigorífico, sí, ya es mío aunque lo pagases (como todo) tú, tengo un par de patatas, un poco de ginebra, dos cervezas sin alcohol, una bolsa de lechuga cortada, otra de verduras para meter en el microondas. Zanahorias. Podría vivir toda la vida (¿se vive la muerte acaso?) comiendo zanahorias y queso y café si estoy bien. Ahora lo tomo, una taza grande, pego un sorbo. ¿Y a quién le importa? Meter en frascos los besos del otro para probar después, ¿se puede?, como el bocado del helado que a dieta de sexo ya no puedo lamer, ¿dónde? Probar, la vida es probar y lamer. Estoy de un pesado con la vida… Se me ha debido de pegar de Marisa. Quiero que amanezca del todo y probar mañana el nuevo día, comprarme esos zapatos que ella ha visto para mí… Me niego. No, no quiero. Nunca he querido tacones. ¿Qué será lo próximo, cambiar de cartera? Con esta cartera hice mil carreras contigo, te recorrí, me recorrí, el mundo, nuestro, contigo cuando eras tú. Ahora no sé quién soy yo.

Tengo ganas de ir al baño, buscarte en el espejo y no me sale. Lo intento pero lo olvidé. Un cigarro me vendría bien. Qué fácil sería hacerlo así sin pensar, poner otra cara. Adiós. ¿No te duele? ¿No te duele como me toco? ¿Cómo me masturbo ahora?

Y este dice que cuándo quedamos para un café, que cuando seré su cantante, que tengo una voz preciosa y que qué hay de lo del casting… Él se conforma con trabajar en la oficina de seguros que llevan mi nombre, decírmelo, llamarme santa, comprarme un cacho de pizza todos los días y verme con mi cara de abstinencia detrás de la barra. No sé para qué le di mi teléfono. Qué bien no tener sueños, conformarse. En sueños vuelvo a fumar y me convierto en estrella del rock. Sí, un poco de rock and roll me sacará de aquí, de esta miel. Huele todo a calabaza. Joan Jett para dormir.

4

Tengo el día libre, ¿cuál no lo es? Nadie me obliga a hacer nada, ir al Retiro, al gimnasio, correr. Pasarme la tarde viendo películas. Marisa quiere ir al cine y a mí no me interesa (una de sus películas de pasarse la noche hablando sobre la técnica). No me interesa el cine, no me interesa solo lo amo. Lo que se ama no se analiza. Estas paredes vestidas de ayer… Quizá cambie la decoración. Cuánto cansa un quizá. Quizá nos encontremos por el barrio, quizá nos volvamos a ver, quizá una segunda parte, quizá, quizá. Quizá siempre despidiéndose en la puerta, pidiéndome que te jure que no te volveré a llamar, y olvidas la guitarra para que siempre me acuerde de la culpa. La guitarra, tu pasión, Ja. Las pasiones no se olvidan, Alberto. No, no voy a liarme con el de los seguros, ojalá.

Huele a humedad la bufanda que me regalaste. La llevo puesta.

Una vez, en Granada, creo que esto no te lo conté, un señor se acercó y me preguntó qué leía. Alguna chorrada, supongo. No lo recuerdo. Nunca recuerdo las cosas que me interesan, solo las que amo. Él me dijo que leyera el Quijote, que era la mentira más verdad nunca dicha. Solo sé que termina en VALE. Marisa dice que de las historias nos acordamos del final, del principio rara vez y nunca de lo del medio. Lo malo es que de los dos yo soy la de la buena memoria.

Es la regla, seguro. Tiene que venirme y por eso tanta tontería, otro café, y por eso escucho a los que retiran los contenedores de la calle y por eso los pájaros me han despertado antes de tiempo esta mañana de un día nuevo para estrenar sin nada obligado que hacer. ¿Se estrena acaso lo viejo? Lo malo es que de nuestra historia yo recuerdo Todo porque estuve toda todos los días pero tú eres mal lector, rencoroso hasta el tuétano y solo recuerdas dónde te ves, lo que te interesa, Nuestra historia no. Habría escrito un álbum de fotos así, Nuestra historia, lo habría repartido en la rosaleda del Retiro. Allí hay un banco en el que, seguro, se sientan los novios a modo de altar. Pocos invitados, mucho nuestro.

Mucho nuestro.

La bufanda huele a humedad y no sé si esto es mío o nuestro, tuyo nada sientes ya. ¿Siguen teniendo algo del otro los regalos? No la quiero. Huele a humedad y me acuerdo del negocio. Somos un negocio local que funciona y va creciendo y se convierte en una multinacional. Eso pensabas, lo sé. Eso no me dijiste al principio, te callas y no ves cómo el negocio (local) se desmorona delante de tus narices y sales corriendo al comprobar lo que pasa cuando uno descuida lo que ama. Lo que amas, Ja. ¡Qué bien recitas! ¿Seguro que eres médico y no actor?

No sé si el amor son las trampas o el juego, las trampas; pero sí sé lo que es la amistad. Y un amigo, porque nosotros somos amigos sobre todo, defiendes hasta partirte la lengua mientras me besas, primeros meses, te cagas…, un amigo llamaría ahora para preguntar qué tal estás. Qué vas a hacer hoy, ¿cuánto hace que no comes helado de tartaleta de limón? Te invito y hablamos de nuestras cosas favoritas. Odio la palabra favorita, ¿te lo he dicho? Sí, te lo he dicho muchas veces, Alberto favorito. Voy a liarme con todos los Brunos de Madrid y voy a encontrar a mi favorito desperdiciado. Voy a buscarme un enemigo grande. Voy a tocarme, ¿qué te parece?, pensando en él.

5

Marisa es escritora y sabe mirar dentro. Marisa elegiría un papel en blanco a las puertas del infierno. Marisa no te cae bien y no entiendes nada de lo que para Marisa es escribir como no entiendes nada de lo que para mí es actuar y usas entender para todo. Marisa tuvo un novio como tú, de escuadra y cartabón, tú serías un escritor magnífico de escuadra y cartabón. Marisa escribe porque tuvo un novio como tú y la soledad se le hizo chica y ahora no puede parar de escribir porque tiene el alma llena de mosquitos. Marisa dice que lo bueno de escribir es que una puede herirse y curarse sola. Marisa sabe que tiene una historia cuando hay alguien, un enemigo gordo, que no quisiera leerla. Marisa me invita a que te vomite todo esto.

He intentado rellenar el bote del ambientador de varillas con tu colonia. He estado a punto de encender uno de los cigarros que quedan del último paquete mío. He dejado de fumar, ¿te lo he dicho? No se puede atrapar el humo para metérmelo y rellenarme ni guardan las paredes el olor de ti. No se puede colmar a golpe de flu un bote vacío. La casa huele toda a yo. «Creo que tengo que salir a buscar una nueva droga», le escribo a Marisa, le cuento lo de mi pesadilla. Le parece una historia estupenda para un relato, que te lo escriba también. Le hace gracia. A todo le saca partido, la envidio. Envidio a mi amiga tan fuerte y tan madre que ríe bello.

Soñé con Aznar y Michael Jackson. Estaban los dos en la misma mesa, liderando un congreso. Se llevaban genial, uno tan blanco, otro con su bigote, Mire, usted y el de Man in the mirror sonreía. Yo fumaba y los observaba y te escribía con un cigarro en la mano. Un cuento de humor me habría gustado que fuera lo nuestro. De humor blanco, no negro que se descascarilla (y solo quedan los pelos sobre el sudor encima, la única parte mojada de tu labio).

No me gusta el humor negro. El humor no puede ser un hombre tapado lleno de miedo y sarcasmo: tú. El oscuro tiene miedo a decir, a querer, que no es nada sin desquerer y no pasa nada por dejar de quererse. Al oscuro le atormenta sentir cuando un puño golpea y no se ve, qué susto, algo gordo que grita blanco si es blanco (Te quiero) y negro si es negro (Ya no). La oscuridad confunde amor con guerra, pido permiso para alistarme y tú con coraza, armadura, rifle, casco, tapado entero, y yo a luchar a tu búnker. Abrazarte era últimamente así. Mi cuerpo sin tu cuerpo. ¿Cómo se deshace?, ¿cómo se deshace si no queda la forma?, ¿cómo se deshace el amor después de hacerlo? ¿Con quién quieres que me comparta ahora desnuda, con quién quieres que comparta gastos y recuerdos porque eso es para ti una casa, Alberto? Quedan muchas latas con tu nombre para estrujar y es insoportable, verte reír guapo en la cama. Yo hago el amor, tú haces gimnasia.

SINOPSIS

Lucía es actriz pero no consigue el papel que quiere ni ganarse la vida con ello. Trabaja en un bar de comida rápida. Su novio, Alberto, con quien vivía, la ha dejado tras encontrarla con otro en casa. Alberto es médico y lo conoció en el café Pepe Botella, donde trabajaba ella entonces. También allí conoció a Marisa, amiga escritora que la anima a desahogarse escribiendo. Es una novela de relaciones y libertad, de amor y amistad, de sueños y sacrificios, de apostar o quedarse. Debajo de esta trama está la historia de los padres de Lucía.

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