CONTRATAPA

Cansado de leer, Mateo, se prepara para un baño. Un baño de inmersión, por supuesto.

Deja una botella de whisky sobre la pequeña mesa que tiene al lado de la bañera.

Enciende la caliente, y luego la fría, buscando la temperatura perfecta para que su cuerpo

desnudo repose.

Mateo busca un pequeño vaso en la cocina. Vuelve al baño para apoyar el vasito sobre la

misma mesa donde dejó la botella y para verificar, remojando su dedo índice en el agua,

que tan perfecta está su bañera.

Apaga ambas canillas. Se desnuda, empezando por las medias, seguido por los pantalones,

luego el torso. Está con sus calzoncillos. Se los quita y los deja en el piso.

Mateo, apunto de meter su pie en el agua, recuerda que le faltó algo, algo muy esencial…

Corre desnudo por la casa buscando el frasco tan llamativo donde tiene sus pastillas.

Mateo lo encuentra, suspira y se va con retorno al baño. Ahora si, mete su cuerpo en el

agua, deja fuera su cabeza. Agarra el diario, se sirve un vaso de whisky y comienza a leer.

Pasa el tiempo y Mateo llega a la parte de deportes. Es su señal.

Agarra el frasquito, lo abre y deja caer unas diez pastillas, mejor dicho, todas las del frasco,

en su mano izquierda.

Las mira, se ríe.

Mateo mira su mano y lame su palma, recogiendo las diez pastillas con la lengua, para

luego tragarlas.

Mateo toma un gran sorbo de su whisky y se sirve más.

Lee hasta la parte de atrás, si, la de humor y chistes. Mateo se ríe de todo lo que lee.

Mateo va quedándose dormido.

Sonríe, y duerme.

Para que mañana, Laura, la señora que lo ayuda con la limpieza de su hogar, lo encuentre.

Muerto en su bañera.

Porque Mateo, arrugado de estar tanto tiempo bajo el agua, murió después de haber leído

un chiste de Liniers.