Capitulo 1 «Javier»

El cinco de diciembre del año dos mil cuarenta y dos Javier Mareverik hizo su última entrevista en los medios de comunicación.

—Discúlpeme, pero me sorprende cómo siempre ustedes se refieren a la robótica como un término futurista, cuando ya es parte de nuestro presente —regañó Javier a uno de los periodistas acumulados a su alrededor. Javier no era capaz de regañar a nadie por su carácter generoso y despreocupado. Lo dijo con una sonrisa y robó unas cuantas en respuesta—. ¿Cuál es su nombre?

—Adrián Cordero, de las noticias de Televisión Española.

—Bien, querido amigo de Televisión Española, ¿realmente cree usted que este mercado está prosperando por arte de magia? ¿Quiénes son los que realmente están solicitando cada vez más este tipo de inventos? —Adrián Cordero se mantuvo en silencio, esperó que Javier se contestase a sí mismo— Somos nosotros. Es usted, soy yo, toda la gente que verá esta entrevista también lo hace. ¿Por qué? Porque es una necesidad. Y esta necesidad va creciendo cada año a la vez que lo hace nuestra cultura, nuestra educación y nuestro pensamiento. Forma parte de nuestra evolución. Nos estamos transformando a través de nuestro intelecto y aprendiendo a dosificar el tiempo para equilibrar los trabajos físicos y los cotidianos con el estudio, la creatividad y la motivación. No temamos lo que vendrá en el futuro, no hay ningún peligro en la Inteligencia Artificial, ni en los robots, que siempre estarán limitados en algún campo si los comparamos con los seres humanos. Los necesitamos. SALLY ha sido creada para suplir la carencia de tiempo que surge en nuestros hogares y ella va a revolucionar miles de familias y dar a sus dueños las oportunidades que siempre han estado buscando. Tener algo de tiempo.

—Javier, ¿qué opina usted sobre la «robotización» de los comercios? Según las encuestas realizadas en los últimos dos años, la mayoría de nuestros oyentes dicen que es la mayor culpable de la ausencia de oportunidades en ese sector.

—Bueno, como dije antes, no veo nada malo en que desaparezcan unos trabajos y surjan otros, mas creativos o racionales y matemáticos. Hubo también mucho miedo cuando se inventaron los primeros coches respecto a la desaparición del carro de caballos, el negocio de la crianza de caballos estaba en peligro. Pero la venta de los automóviles también generó muchos empleos.

Un dron revolvió sus cabellos al pasar a toda velocidad por encima de sus cabezas, llevando las miradas de los presentes con él.


Vilma Reyes no conseguía doblar los dedos de las manos que se le habían congelado en la calle. Entró a Mareverik vestida excesivamente elegante para el seco frío navideño de Madrid. No llegó a ver a Javier Mareverik, ni las cámaras de televisión por el enjambre de clientes acumulados en la entrada de la tienda Mareverik. Pasó cerca de él, intentando abrirse camino hacia la sección de Caja.

—Hola —saludó a la cajera reprimiendo el temblor de la mandíbula.

—Muy buenas —respondió una rubia alta con una sonrisa de color cereza y una seguridad arrolladora.

—Hola. Estoy buscando a… ¿Carla?

—¿Carla?

—Creo que sí. Carla. Tengo una entrevista de trabajo. Me dijeron que preguntara por ella.

—Aaaah, Clara. Espera un momento. Voy a avisárla. ¿Como me dijiste que era tu nombre?

—Vilma. Vilma Reyes.

—Vilma Reyes. Un minuto.

Vilma se frotó las manos pretendiendo entrar en calor, mientras evitaba la curiosa mirada de los trabajadores de Caja. Las posibilidades de conseguir un trabajo en Mareverik eran casi nulas para ella. Su sorpresa ante la llamada para hacer la entrevista fue inmensa. No cumplía ni una sola de las condiciones solicitadas. Presentó el currículum porque una triste mañana estaba desesperada y decidió echarle algo de morro al asunto. Total, no tenía nada que perder.

Un dron volvió a llevarse los ojos de Vilma tras sí. Pasó volando a su lado y se encontró con otro rojo, más pequeño. Vilma contuvo la respiración ante el peligro de que ambos drones chocasen y uno de ellos cayese encima de ella, pero al verlos frenar y comenzar una bonita danza entre sí, sintió lo mismo que los compradores que también lo estaban observando y señalando, un estado de inmensa sorpresa y asombro.

—¿Vilma?

Vilma se volvió hacia Clara Tobilio Cortés.

—Hola.

—Bienvenida —.Se saludaron con un breve apretón de manos—. Acompáñame por aquí, por favor.

Vilma obedeció. Siguió a Clara rodeado la sección de Caja hacia el lateral izquierdo del local y se detuvo delante de un ascensor. Entraron. Clara colocó un mechón de su larga y oscura melena leonesa detrás de la oreja y le dedicó una sonrisa a Vilma. Los ojos de Clara eran fríos a pesar de su expresión, Vilma se sintió intimidada, aun sonrió en respuesta con nerviosismo y escondió las manos en los bolsillos de su abrigo. Con dificultad, intentó tragar algo de saliva.

—¿Que tal? ¿Te costó encontrar la tienda?

—No, está muy bien situada —respondió Vilma.

—¿Habías estado aquí alguna vez antes?

—No, es la primera vez. Aunque sí conocía la empresa.

—¿Ah, sí? ¿Por qué la conocías?

—Bueno, es el líder mundial de productos «robóticos»…

Las puertas del ascensor se abrieron, cortando de cuajo la conversación. Clara salió primero, cruzó un amplio hall decorado por una fina moqueta negra, sofás, plantas y pequeñas mesas bajas. En vez de pared, enfrente de ellas se descubría una gran puerta negra de cristal tupido, marcada con un cartel que decía «Sala de conferencias». Clara remangó su americana de color azul marino y pasó la mano izquierda por un lateral de la puerta, activándola. Con un gesto de la mano, invitó a Vilma a pasar primero. El centro de aquel espacio gigantesco de suelo escarlata lo marcaba una mesa ovalada de madera oscura con dos personas de espaldas que se volvieron de inmediato hacia ellas dos. Un joven con bigote a lo Sean Pean y una chica de pelo muy corto, cuyo nombre Vilma nunca conoció, porque la muchacha no llegó a trabajar en Mareverik. En el otro extremo de la mesa, otros dos asientos los ocupaban un hombre tremendamente alto y una mujer de ojos grandes y pelo muy rizado.

A los dos lados de la sala, expuestos de pie, pegados a las paredes, como guardianes de la sala, diferentes entre sí, pero majestuosos, al menos una treintena de robots aguardaban su llegada. Así lo sintió Vilma, mientras su mandíbula se abría hacia abajo y ella empatizaba con sus cuerpos inertes olvidando respirar. Quiso también reprimir el inminente escalofrío que se originaba en su nuca, pero no fue capaz, así que lo dejó ser y hacerse con su cuerpo.

Clara invitó a Vilma a tomar asiento junto a los dos compañeros de entrevista y se sentó enfrente de ella, al lado del hombre alto.

—Ya estamos todos —indicó a sus compañeros.

Vilma juntó las manos bajo la mesa, mientras miraba expectante a los tres entrevistadores, desviando de vez en cuando la mirada hacia los robots. Habló la mujer de los ojos grandes, Olivia Romero Torres.

—Bienvenidos a Mareverik. Os hemos convocado para los puestos vacantes de dependiente de nuestro departamento de tienda para la actual campaña navideña, que durará hasta el quince de enero inclusive para una jornada de cuarenta horas semanales.

Olivia hizo una pausa. Los tres entrevistadores observaban con atención a los entrevistados. El hombre alto, Néstor Robledo Báez, arrastraba los dedos de la mano derecha por los laterales de un bolígrafo de arriba a abajo, lo volteaba y volvía a hacer mecánicamente el mismo gesto, mientras pasaba con una expresión de hierro y las cejas ligeramente levantadas de un candidato a otro.

—Nuestro proceso de selección suele ser más amplio en cuanto a las entrevistas —prosiguió Olivia—, pero por las necesidades actuales de la empresa la hemos acortado a una entrevista telefónica que ya os hicimos anteriormente y vuestro currículum. De todos los candidatos os escogimos a vosotros tres para incorporarse a Mareverik de forma inmediata. ¿Tendríais la disponibilidad?

—¿Cómo de inmediato? —preguntó la chica que llegó a trabajar en Mareverik.

—De inmediato sería hoy —contestó Clara—. Esto es una excepción que nunca se ha hecho en esta empresa.

—Tendríais un contrato de prueba de siete días y si llegaseis a cumplir con la filosofía de Mareverik y superar el periodo de prueba, os prolongaríamos el contrato hasta el quince de enero. ¿Tendríais esa disponibilidad?

—Yo sí —contestó el chico del bigote a lo Sean Pean, pero de mucho menos atractivo.

—Yo no puedo —contestó la chica del pelo corto—. Ahora estoy trabajando en otra empresa y debo avisarles con algo de antelación. No sería justo para ellos.

—Esta bien, es completamente comprensible —contestó Olivia—. Gracias por tu tiempo. ¿Vilma?

—Yo sí tendría la disponibilidad.

—Bien. Bienvenidos entonces a los dos. A partir de ahora, Néstor será vuestra figura de referencia.

Los seis ocupantes de la mesa se levantaron, se dieron la mano entre sí. Vilma y el chico del bigote siguieron a paso rápido a Néstor de nuevo hacia el ascensor. La otra aspirante se quedó charlando con Clara y con Olivia.


SINOPSIS.

En el año 2042 el mundo se ve sacudido por la muerte de Javier Mareverik, el desarrollador de los inventos tecnológicos más increíbles del planeta y dueño de la compañía española Mareverik. Todos los hogares poseen al menos una cosa de su marca y las tiendas siempre están llenas de compradores. En el año 2042 es todo un logro, porque los comercios físicos a penas existen. Tras la noticia de su muerte, la compañía corre peligro, porque Javier no tiene herederos, ni a nadie que esté a su altura para dirigirla. Tan pronto como salta la noticia sobre el futuro de la compañía en los medios, sale del anonimato su hermano menor, Ian Mareverik, dispuesto a convertirse en el nuevo CEO de la compañía. Lo que nadie sabe, es que Ian guarda un secreto. Él es el único robot con inteligencia artificial que existe en el mundo. Fue creado por Javier y entrenado para llevar la compañía en su ausencia. El secreto debe permanecer sellado, porque en el año 2042 ni siquiera se ha planteado la idea de que un robot pueda heredar una compañía.

La historia gira alrededor de Vilma Reyes. Su familia se arruinó y le debe mucho dinero a Hacienda. Ella vive de «ocupa» con sus padres en un edificio sin ninguna comodidad básica para la sociedad del año 2042. Consigue entrar en Mareverik casi de milagro. Después de estar muchos meses malviviendo, Mareverik es su mayor esperanza para mejorar su situación.

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