En la penumbra de mi alma desvanecida,
donde la tristeza teje su manto oscuro,
se desliza la sombra de la desesperanza,
un susurro helado, un destino lúgubre y sombrío.
En el eco de mis suspiros perdidos,
se refleja la nostalgia de sueños desvanecidos,
como hojas caídas en otoño frío,
mi corazón llora, más solitario que un árbol en una llanura infinita.
Pero en la oscuridad, una luz de esperanza titila,
una esperanza que aún palpita,
como estrella distante en la noche eterna,
un llamado silente que mi alma percibe.
Con cada amanecer, renace la fuerza,
como el sol que rompe la noche densa,
mis lágrimas, semillas en la tierra dispersa,
germinan promesas de una nueva presencia.
Así, en la depresión surge un germen de cambio,
un canto de resiliencia que desafía el estrago,
pues la tristeza, aunque como sombra nublado,
no eclipsa el potencial de un renacer sosegado.
Aunque mi corazón haya conocido la herida,
en la cicatriz hallaré una nueva vida,
la depresión cede ante la esperanza compartida,
y en la lucha, encuentro la fuerza redimida.
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