Pensé, «…últimamente dios está curando y se está dedicando sólo a los que creen en él, debería animarse a más.»
¿Qué pasaría si se le concediera cura a alguien sin fe, a quien reposa en su hogar sin esperar una intervención? Sería una divinidad con poder absoluto, conforme a la esencia divina. Sería un dios, como dios manda.
Pero no es así, ese dios definitivamente no existe, y eso fue lo que comprendí.
Pensé, entonces no es dios, debe ser la persona misma, su capacidad, la que lo cure. Su fuerza interior, su mente, su biología, su naturaleza tan poderosa.
Y, ¿cuál es, entonces, la naturaleza de la fe? La fe se manifiesta en la creencia de que la acción divina ha tenido lugar; es un acto de vincular lo personal con lo trascendental. La fe nos proporciona la facultad de eludir la carga de una responsabilidad abrumadora; es, por ende, un acto de transferencia, un depositar en otro ser un poder que nos infunde temor.
En el análisis de la casuística, se revela la simplicidad con la cual interpretó el caso de Leda, oriunda de Rosario. La curación, ya sea mediante la imposición de manos o a través de una fotografía, se muestra eficaz únicamente en el ámbito católico, donde la fe en su deidad es menester. Si el individuo de la fotografía no profesa la fe católica, la sanación no hallará su realización; y, en caso de acontecer será, apáticamente, atribuida a la intervención médica.
Luego es muy sencillo, «dios» solo curará al que tiene la fuerza y convicción de curarse, y en muchos casos tampoco se logrará, ¿por qué? porque la Natura manda.
«Ciencia es poder. Podemos vencer a la naturaleza y rendirla a nuestros deseos. Pero debemos primero obedecerla.», Francis Bacon.
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