El jadeo de ambos nos hizo dar cuenta de que ya era suficiente, nuestra pelea había alcanzado límites que no queríamos cruzar, al menos tengo mi certeza en eso.
El mundo dependía de lo que yo tenía, al menos nuestras realidades dependían de aquel objeto de valor existencial.
Discutimos. ¡NOSOTROS! quienes nos conocemos de pequeños, a quien quiero como hermano y respeto como a un padre; era predecible, conociendo nuestros carácteres que él se abalanzara sobre mí y que yo intentará pararle. Ahí aprendí que el que resiste sale más dañado que el que ataca.
Los secretos son peligrosos, sobre todo cuando no confías en nadie que te cubra, sé que mi amigo tenía miedo de que yo lo fuera a traicionar e incluso creo que aún lo piensa por la información que poseo, pero obviamente no lo haré.
“Lo conozco como la palma de mi mano”, eso pensaría su madre o su pobre hermana; ahora solo yo puedo decirlo con total seguridad. Con que no descubran nunca que su hijo o hermano es un asesino, y desconozco si es en serie.
Sinceramente, siempre he sido de principios convenientes, no me interesa si está por sobre la ley proteger a alguien, en este caso, a mi mejor amigo. No me voy a poner a en el caso que hacen muchos y decir: “lo sospechaba” o “ya, sabía” se jactan y ni siquiera lo pensaron; Solo que ahora, revelado el secreto, empieza todo a tener sentido.
Me arde la mejilla izquierda y un poco la mandíbula, aún seguimos acá, tendidos en el piso, aunque ya dejó de golpearme y ya me dejó ver el cielo de aquel sótano; se puso a llorar como si estuviera él solo en el piso helado, como si yo, en una visita casual, no hubiera entrado en su cuarto secreto porque escuchaba sonidos raros desde acá, como si en la habitación no hubiera un joven con la boca, y con sus muñecas vendadas goteando sangre, sin sus manos. Dejé que se desahogara.
Pasó un buen tiempo. Empuñaba la llave que abría la pequeña celda del muchacho; Cuando ya se calmó y yo pude enfocar bien, me paré, él se tensó inmediatamente. Me puse delante de él y le extendí la mano con la llave.
-yo no estoy enojado- le dije con una sonrisa
Él me recibió la levantada y la llave al mismo tiempo. Hablamos por horas, como nunca, costó al principio, pero después se abrió completamente ante mí, nos hicimos uno, afinamos detalles. Ahora soy su única persona.
Por último, establecimos códigos para ser más precavidos, para cuando él tenga que “cazar” y yo “limpiar”:
Sonó en mi teléfono un mensaje de él.
– Voy -.
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