Habían atravesado la capa de nubes, y un sol radiante bañaba todo el interior del avión. Se acercaba el final de su hazaña. Iniciada por Ícaro, finalmente sería culminada. Esta vez, con alas de acero, la meta era clara. La civilización humana llegaría más allá y dominaría, por primera vez, terrenos inhóspitos, pero a la vez familiares. Aunque desde sus primeros días, el hombre había madurado a los ojos de este, la superficie solar era algo que nadie podía imaginar que albergara. Esa es la naturaleza humana: sobrevivir. A su espalda quedaba un mundo que, a causa de excesos, ahora era inhabitable. Salieron de casa buscando un lugar más frío que la ya recalentada tierra.

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