Una casa propia es un hogar, y este sitio tan intimo es un campo de fuego que graba las vivencias dentro de su perímetro.
Albert se encontraba andando en coche por las calles de un barrio de caserones, repletas de moradas muy variadas, con fachadas de jardines y diversos revestimientos. Todas tenían ventanales con cortinas cerradas, impidiendo la observación de todo contenido interior.
El vehículo se detuvo en el sitio al cual se estaba dirigiendo, a lo que se bajó y entró a lo que parecía ser una fiesta repleta de personas muy diversas en rasgos, vestimenta y comportamiento. Fue ahí cuando súbitamente le surgió la analogía:
<<Mi mente es como mi casa; solo yo la conozco en profundidad, y las mentes de las otras personas aquí presentes, que nunca había visto antes, son como las casas que observaba en mi recorrido a este lugar, solo me he permitido ver sus fachadas, mas no los suburbios de lo que se encuentra detrás de sus cortinas mentales. Me di cuenta que descifrar su contenido interior es como entrar a sus moradas, son ellos quienes por voluntad propia deben abrir dichas cortinas, ya sean las mentales o las de sus propios hogares>>
Al acabar el encuentro volvió a subirse al automóvil, y el trayecto fue exactamente el mismo que el realizado en el viaje de ida. Las moradas volvían a presentarse ante él, y a pesar de que había contemplado esa escena hace apenas unas horas, la idea tan fuertemente implantada hizo que nunca más las vuelva a percibir con la misma naturaleza.
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